Hay que irse hasta la página 16 de la edición en papel de El País para encontrar la noticia del día, que otros diarios ofrecen ... en primera: la imputación de Podemos como partido, su tesorero y la mano derecha de Iglesias, por lo que todos sabemos y ningún juez o Tribunal ha fallado aún, malversación. Si, como el PSOE y el PP antaño, los de “la casta” contra los que maldecía el profesorcillo de la Complutense, el Adán impoluto – con ínfulas revolucionarias -, que desde el campamento de la Puerta del Sol quería asaltar los cielos. Parece que va en serio, pero apliquemos la presunción de inocencia que esa víbora (ahora con moño), no ha concedido a ningún investigado ajeno a su tropa – menos al Rey Emérito -, mientras excusa a sicarios suyos, condenados en sentencias firmes por hechos violentos.
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Ese tratamiento sectario, de leña al centro y la derecha, y viva la gauche divine, ha ido creciendo, e incluso se ha instalado en el Gobierno con el rey del “no es no” y su pacto de investidura y legislatura con terroristas, separatistas y podemitas. Ha llegado incluso a una parte de la judicatura. Los presos etarras son acercados a las cárceles de su tierra, los golpistas catalanes beneficiados con el tercer grado, y Rodrigo Rato, que posee todas las condiciones para ese mismo tercer grado (cumplido un cuarto de condena, 70 años y buena conducta), dos jueces, digamos que notoriamente “progres”, se lo deniegan. Veremos que trato recibe el juez del Constitucional Fernando Valdés, propuesto por el PSOE (fue profesor de Salamanca), que han detenido unas horas por presunta violencia de género.
Escribo viendo por el ventanal el campo agostado, por el que, como escribe hoy Mónica Fernández Aceytuno, vuelan las mariposas de la col en busca de las últimas flores ruderales. ¿Y que hago yo opinando otra vez de conductas despreciables y fundadores de partidos que en cualquier país democrático no estarían siquiera autorizados?. Si dejo de mirar al campo, el papel se me llena no ya de seguidores de esos líderes de chichinabo, sino de secuaces y borregos. Por eso tecleo con hastío, moramente fatigado —agostado—, de situaciones injustas, cainitas, que no concuerdan con el espíritu de concordia que trajimos en el 78 y se nos ha escapado.
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