Es marquesa y se llama Cayetana

Sábado, 22 de agosto 2020, 05:00

Es de Ronda y se llama Cayetano”, tituló su crónica Corrochano, cuando descubrió al Niño de la Palma, Cayetano Ordóñez, fundador de la dinastía taurina. ... Nuestra protagonista se apellida Álvarez de Toledo. Posee una sólida formación intelectual, ha demostrado valentía política y dotes parlamentarias. Penetra dialécticamente en las falsedades de los adversarios, como un estilete. ¿Era así Francisco Silvela, a quien sus detractores llamaban “la daga florentina”? Asesinado Cánovas, en la sucesión del Partido Conservador tuvo enfrente a Romero Robledo, al que baste decir que apodaban “el pollo antequerano” (conste que no lo comparo con Almeida, del Cuerpo más selecto de la Administración –abogado del Estado– que ha demostrado su valía como alcalde de Madrid y tiene talento y talante). La marquesa ilustrada seguramente perdió el puesto de portavoz del PP el día que le espetó a Pablo Iglesias sosteniendo su mirada: “Es usted un hijo de terrorista”, lo cual es una verdad de pana, la diga Agamenón, su porquero o Cayetana. Una verdad “en camisa” de las de Quevedo (ella las usa impolutas).

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En esta democracia grisalla, mediocre, que han montado entre “los hunos y los hotros” unamuniano, apenas hay resquicio para el talento, la perspicacia. La derecha acomplejada no replica con la contundencia que tantos electores desearían, a los ataques, insultos, baldones, que le tiran diariamente desde la basura del sanchismo y sus socios de gobierno comunistas. Cayetana sabía hacerlo. Baste un ejemplo de aquel mismo día: “Usted Sr. Iglesias no es un converso, es un farsante”. No se puede decir mejor. Nuestro pequeño Lenin (hoy hace ochenta años apiolaron a Trotski), no cree en la democracia, aunque haya llegado a vicepresidente de un gobierno europeo, sino en las dictaduras comunistas, las que han cosechado cien millones de muertos, donde los opositores acaban en Siberia o envenenados al menor descuido, como hizo Putin con polonio radioactivo para Litvinenko, y acaba de perpetrar ahora con Navalny. La víbora moñuda, cínico (mostró su verdadero rostro despreciando el himno, las fuerzas de seguridad, la monarquía...), de momento solo ha apartado del poder –inoculado su veneno–a los cinco que le acompañaron en la foto fundacional de Podemos. Bueno, y ahora ha cooperado para que echen a Cayetana. Las palmas de cierta gentuza evidencian el error de su cese.

¿Pero, ¡por los clavos de Cristo!, es que no cabe el talento en los partidos políticos? Cabe el talante y la lucha por sobrevivir aferrado a un puesto y una nómina. Los “funcionarios” –como les llamaba despectivamente nuestro paisano Esperabé de Arteaga– pueblan los cuarteles, las sedes centrales de los partidos. Expelen cada mañana un argumentario oficial, el catecismo, lo distribuyen y el que se sale del guion será reo de indisciplina, “verso suelto”, apartado, tachado. Son “los compañeros de partido”, que Pío Cabanillas consideraba peores enemigos que los adversarios políticos. Para acceder a una lista cerrada y bloqueada, de esas que encubren la falta de personalidad y currículo, suministradoras de ingresos que en su vida privada sería incapaz de generar, hay que decir amén. No, no cabe el talento, la agudeza, el destello, que sofocan los mediocres y envidiosos de la brillantez de los mejores. Se lleva la sumisión ovejuna y la dorada medianía, aurea mediocritas, donde todo inútil tiene su asiento. Lo escribía ayer Girauta en ABC: “Un partido no es lo más recomendable, salvo que no tengas donde caerte muerto”.

Y ese rechazo de los talentos se practica en todos los niveles. Lo vi practicar en Madrid in illo tempore, donde ahora medra un campeón de lanzamiento de huesos de aceituna. Lo he conocido en la Comunidad, donde seres profesionalmente insignificantes como Villanueva, Merino... eran figuras. En Salamanca, hace ya bastante, me consta el pánico que se apoderó de los sempiternos monopolizadores de sillones y escaños –que encarna como nadie esa vergüenza para Salamanca llamada Gonzalo Robles–, el día que llamó a la puerta, ingenuamente, sin intención de pedir nada, un muchacho con título de ICADE, cinco idiomas y máster por la mejor Universidad del mundo (Harvard). Se fue.

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Si el PP quiere ser alternativa de gobierno, no puede dejar escapar a los talentos, ni a los versos sueltos, ni a los zoquetes, ni a los votantes que no pasan factura. A nadie que comulgue mayoritariamente con sus postulados. Y de vez en cuando enseñar los dientes, cavar una “trinchera” y si hace falta “sacar los puños”, actitudes ambas reprochadas por Pablo Casado. Una daga florentina, que penetre dialécticamente en las falacias del sanchismo y sus apoyos. O sea, Cayetana.

Ayer, en la trece, entrevistaron a Cuca Gamarra. Me quedé dormido.

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