Los que somos antiguos recordamos aquellas películas de dos rombos, un modo de llamar la atención para decirnos que aquello era para mayores y no ... para todos los públicos. Con el paso del tiempo, ni dos, ni uno, ni ninguno, a día de hoy desde una progresía mal entendida, al menos a mí me lo parece, el despiste y el descentre es cada vez mayor. Con la excusa de sentir nuevas emociones, pasamos de cero a cien más rápido que el coche de Fernando Alonso. Con tanta velocidad para todo, saboreamos muy poco el momento y apenas disfrutamos del paisaje, queremos vivir tanto cuanto antes que al final tenemos sobrecarga en la red. Se nos cortocircuitan las neuronas y se nos funden los plomos, nos quemamos antes de tiempo. Tragamos tan deprisa que nos atragantamos y no le damos la menor importancia. Cualquier día en lugar de darle el pecho al bebé nos empeñaremos en darle un chuletón de morucha. Cada vez somos más inconscientes de que hay un momento para cada cosa y una cosa para cada momento. Ahora ya no hay tiempo de nacer ni tiempo de morir, lo primero depende del progenitor A o del progenitor B, papá y mamá pasaron a la historia. En el supuesto caso de que te dejen nacer no está clara tu identidad sexual, tus órganos genitales no sirven para nada, todo depende de si te sientes niño o niña o todo lo contrario, vamos lo que se dice un mundo de emociones. En cuanto a lo de morir, eso con la nueva ley de eutanasia y suicidio colectivo, ya te puedes morir cuando tú decidas o lo decidan, los cuidados paliativos los dejamos para más tarde.
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Pero para emociones y mociones las de los políticos, hoy sin ir más lejos la vivimos en nuestra autonomía. Es emocionante ver cómo los partidos políticos hacen intercambio de cromos, algunos están muy repetidos. Entre fugas y tránsfugas me llama la atención cómo nuestros gobernantes y sus opositores invierten en I+D, es decir, en incompetencia y dejadez. No se queda atrás alguna santa cofradía que no duda en llevar al juzgado la reclamación de vestuario, e instrumento musical incluido, sin lograr un entendimiento fraternal propio de lo que representa. Eso sin bajar a realidades dramáticas de situaciones tan duras como violaciones entre menores de catorce años, que no son fruto de la imaginación si no de comportamientos inadecuados quizá consecuencia de una educación cargada de información y carente de formación, donde se han reído muchas gracias sin serlo. En fin, es triste y lamentable con la que está cayendo, que se pueda vivir con este cúmulo de inconsciencia, incoherencias y despropósitos a la hora de afrontar la realidad que nos toca asumir. Dadas tantas y tan variopintas emociones uno se pregunta si no nos faltan formas, nos sobran formulismos y carecemos de fondo.
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