El Colmado

Mientras vosotros, envidiados lectores, veis llegar las ferias hasta la puerta de vuestra casa, yo me resarzo como puedo de la distancia atrincherada en la ... terraza de El Colmado, reducto de resistencia en el centro de Berlín, donde te sirven un plato de jamón de Guijuelo del de verdad y un Ribera de Duero que te ayudan a atemperar la lejanía. Hay que cerrar fuerte los ojos y hacer un ejercicio radical de mindfulness. No logras imaginar que estás en la Plaza Mayor de Salamanca, hasta ahí no llega la magia, pero sí puedes vagamente transportarte a la fiesta charra en un acuerdo de mínimos. Y es ahí donde me ha llegado la noticia de la aquiescencia de Sánchez para acudir al debate extraordinario en el Senado y discutir con el jefe de la oposición sobre la crisis energética y sobre las consecuencias económicas de la nueva guerra en suelo europeo. Por eso he levantado mi copa y he brindado por el presidente y por Feijóo. Un brindis al sol, seguramente, aunque en Berlín los brindis se dirigen siempre más bien hacia la nube, pero nunca desesperanzado. Quizá Sánchez se haya dejado convencer por el rato que ha pasado en Messeberg, departiendo con los tres partidos que forman la “coalición semáforo” alemana, que reúne a políticos tan enfrentados como socialdemócratas, verdes y liberales. Tan políticamente distantes y tan opuestos entre sí que casi lo único que tienen en común es su fidelidad a la Ley Fundamental alemana y su deseo de proteger el país de los antisistema. Y ahí están, discutiendo, litigando, combatiendo, hasta lograr acuerdos de mínimos que les permiten gobernar juntos. Semejante epifanía tiene que haber traspasado la piel de cocodrilo de Sánchez, tiene que haberle convencido de que se puede hablar con cualquier partido fiel a la Constitución y que se puede hacer por enfrentar juntos los problemas, que no faltan. Como un advenimiento, ha visto lo que ante sus ojos no puede ser sino un milagro, una gloria en términos barrocos, un prodigio democrático, un portento fruto de la tolerancia, el eslabón final de la evolución política. Todavía con los ojos cerrados he desgranado mis preces, que por favor no se enfrasquen en el “y tú más”, que sean capaces de escuchar al otro y reconocer que en democracia, como en la vida, nadie está en total posesión de la verdad, que hay más de una “alternativa creíble” y que la mayor victoria suele ser un acuerdo de mínimos. Pero cuando el camarero de El Colmado interrumpe mi meditación, con un segundo plato de jamón que justifica perfectamente la interrupción, abro los ojos y la posibilidad de que Sánchez y Feijóo se abran a un debate sensato y más enfocado a las necesidades de España que a las estrategias partidistas vuelve a parecerme una quimera. Y llego a un acuerdo de mínimos conmigo misma para no perder del todo la fe en un sistema político en el que cada día resulta más difícil sentirse representado. Para apurar la copa de Ribera Duero y esperar a ver qué pasa en el debate. Para desearles a todos ustedes esas felices fiestas que no podré disfrutar en persona.

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