De cabo a rabo

Martes, 10 de septiembre 2019, 05:00

Cada vez me voy haciendo más antiguo, avanzo por el camino de la vida y son cada vez más abundantes los recuerdos. Uno toma conciencia ... de la evolución de su existencia, de cómo cambian los esquemas, planteamientos y formatos en la realidad de cada momento y según la época. Con tanto cambio y tanta velocidad creo que llegará un momento en el que no sabremos ni en qué época estamos.

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Aquella España que de niños cantábamos: “Limita al norte con el mar Cantábrico y los montes Pirineos que la separan de Francia; al este con el mar Mediterráneo, al sur con este mismo mar; y al oeste con Portugal y el océano Atlántico” hoy parece estar más limitada que nunca y sin saber dónde se sitúa.

Como si de una de las diez plagas de Egipto se tratara, hemos de añadir una más que se cierne sobre nosotros y no sabría muy bien cómo definir pero podría ser la de la imbecilidad. No es nueva pero va a más, ya en mis tiempos de estudiante en el colegio Marista de Tui, allá por los ochenta, había un profesor que diagnosticaba cada mañana: “Otro día que amanece y el número de tontos crece”. Tengo que reconocer y admitir que desgraciadamente el tiempo le ha dado la razón.

Personalmente no creo que el número de tontos crezca, porque no creo que nadie sea tonto. Pero lo que sí tengo claro es que cada vez se dicen y se hacen más tonterías. Solo hay que observar un poco y agudizar el oído para tomar conciencia de ello. Ayer mismo Román Álvarez, en este medio, ponía de manifiesto con mucha gracia una de esas tonterías que brotan de forma espontánea sin saber muy bien por qué y para qué. Hacía alusión a las gallinas violadas. Una de tantas elucubraciones mentales, fruto quizá de la pérdida de formación y falta de madurez que cada vez se pone más de manifiesto. Los límites de España se desvanecen pero los del ser humano también, por no decir que están desapareciendo.

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Cada vez se generan más leyes y más normas creyendo que son las medidas de contención que pueden poner orden y concierto en nuestra sociedad, nada más lejos de la realidad. Se nos ha desbocado el caballo y cada vez resulta más complicado ponerle bridas al viento. Los límites o nos los marcamos personalmente o no los asumiremos. Para ello es necesario algún referente, modelo, testimonio, ejemplo,... ¿Cuáles son esos modelos, referentes, ejemplos de nuestra sociedad? Haberlos hailos como las meigas en Galicia, la cuestión es querer verlos y aprender.

Ya en su “España invertebrada” echaba de menos Ortega “una minoría dirigente capaz de tomar decisiones firmes y eficaces”. Necesitamos un cambio de cabo a rabo, no podemos continuar difuminando lo esencial, lo trascendente. No podemos dejar de buscar lo idóneo, lo adecuado. No podemos enterrar el sentido común.

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