En Urgencias del Hospital de Salamanca ya se vieron en febrero “cuadros catarrales extraños”
“El bicho llevaba ya un tiempo entre nosotros”, piensa el urgenciólogo Miguel Ángel Delgado
Martes, 31 de marzo 2020, 23:01
“El momento más duro del día es cuando salimos del Hospital. Sales cansado y te van aflorando todos los recuerdos de la jornada, porque la gente lo pasa muy mal”, confiesa el urgenciólogo Miguel Ángel Delgado.
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La suya es una historia más entre cientos. Historias de médicos que llevan semanas viviendo solos para no poner en riesgo a su familia. Otros que no tienen con quién dejar a sus hijos “porque nadie quiere quedarse ahora con niños de padres sanitarios”. Incluso profesionales en Salamanca que han optado por quedarse a dormir y comer en la sede de un sindicato pese al sacrificio de no abrazar a la familia.
Uno de los handicap para sobrellevar estas semanas es que resulta “casi imposible desconectar”. “Es muy difícil porque sales de una guardia a las 9:00 de la mañana. No has dormido durante 14 horas y cuando llegas a casa caes rendido. Duermes poco para poder comer. Echas una siesta y al final se te pasa el tiempo volando porque estás pensando en que mañana debes volver allí”, reconoce Delgado.
El urgenciólogo Miguel Ángel Delgado.
Vuelta a las Urgencias y al shock de los enfermos: “Los pacientes tienen grandes dudas. Se preguntan cómo les ha podido pasar a ellos si han estado en sus casas. Dudan de cómo evolucionará la enfermedad...”, explica.
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Entre compañeros no se habla demasiado sobre cómo gestiona cada uno su relación familiar. “Es probable que algún profesional haya dado positivo y no tenga la oportunidad de aislarse en su propia casa. No lo hablamos porque esto es una batalla y no andas contando lo que vas a hacer cuando salgas”.
La situación del urgenciólogo es peculiar: “Tengo tres hijas ya en edad adulta. Dos de ellas son estudiantes de Medicina y mi mujer también es médica. El ambiente en mi casa es de tranquilidad, aunque es cierto que desde antes de empezar el estado de alerta me procuré apartar de alguna manera y cuando estoy en casa utilizo mascarilla. Entiendo que con niños pequeños debe ser difícil hacérselo entender, pero mi familia sí lo comprende”.
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Echando la vista atrás el urgenciólogo recuerda que le llamó la atención “que en febrero ya veíamos muchos cuadros catarrales extraños porque persistían. Daban tos, pero no daban mucha clínica. Eso me lleva a pensar que ‘el bicho’ llevaba ya un tiempo entre nosotros”.
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