El sacerdote de origen salmantino que preparó el camino de León XIV en Perú
Gaspar Gil Tornero con hondas raíces charras (sus abuelos eran de Puerto de Béjar y La Alberca) ejerció gran parte de su labor pastoral en el país andino, donde se casó y tuvo ocho hijos, aunque nunca colgó los hábitos
José Á. Montero
Salamanca
Lunes, 13 de octubre 2025, 06:55
A punto de cumplirse los 150 años de su nacimiento y los 70 de su fallecimiento, la figura del sacerdote de origen salmantino, aunque natural de Plasencia, Gaspar Gil Tornero (1878-1957) cobra gran actualidad y protagonismo en este momento. Y no es para menos. Estamos ante una de las figuras de la primera mitad del siglo XX que hizo de su magisterio toda una labor de entrega y dedicación a los demás desde su condición de sacerdote secular, pero también como padre de familia.
Pero nunca llegó a colgar los hábitos, sino que en su día a día no escatimó esfuerzos ni compromiso por buscar el bienestar de los miembros de sus parroquias, especialmente en su destino en tierras peruanas, donde ejerció como sacerdote en diferentes y recónditas localidades del departamento de Lambayeque, caminos polvorientos que años después recorrió el agustino Robert Prevost, hoy papa León XIV, en su condición de misionero y después como obispo. «Gaspar Gil es uno de esos párrocos que como León XIV ejercieron con abnegación su ministerio sacerdotal», señala su nieta Cecilia Gil de Castritius (residente en Alemania), consciente de que esta circunstancia bien merecía un homenaje a este párroco de origen salmantino (y a otros como él) que preparó el camino para que dos décadas después de su fallecimiento el ahora papa León XIV ejerciera su labor misionera en esas mismas tierras peruanas (Piura, Chulucanas, Trujillo y Chiclayo) entre los años 1982 y 2023.
Hijo de Rufino Gil y Juana Tornero, y nieto de Cornelio Gil, natural de Puerto de Béjar, y Tecla Maíllo, nacida en La Alberca, el pequeño Gaspar llegó al mundo en 1878 en Plasencia, localidad en la que se asentaron sus padres. Desde muy pequeño sintió una clara vocación por el sacerdocio, tanto es así que finalizó sus estudios en el Seminario de Plasencia con sobresaliente. Con la edad para ejercer el ministerio pastoral, recorre diferentes parroquias de Plasencia antes se recalar en la localidad salmantina de Valverde de Valdelacasa, último destino en tierras españolas. Y es que en 1916, con 27 años de edad, cruza el charco para hacer las américas. Es enviado a la parroquia de Huarmey en Ancash, en Perú, para evangelizar y ejercer la labor pastoral.
LLEGA A PERÚ EN 1916
«El 21 de enero llega al puerto de El Callado, después de más de un mes de travesía en alta mar», anota su nieta Cecilia Gil. De ahí pasó a Huarmey, donde permaneció cinco años, antes de ser nombrado párroco y capellán de varias parroquias, caseríos y haciendas de Santa. «En las localidades de Santa, Nepeña y Chimbote recibieron a mi abuelo con bombos y platillos», subraya su nieta, quien no esconde el problema que tuvo en Nepeña con el alcalde y sus hermanos, que quisieron apoderarse de la casa parroquial y los terrenos aledaños. «Pero mi abuelo defendió la casa con uñas y dientes y un revólver que llevaba al cinto, del cual, gracias a Dios, solo dio salvas al aire, y que guardaba bajo la casulla en cada celebración de misa», comenta Celia Gil.
Apenas tres años después de su desembarco en Perú, Gaspar Gil Tornero forma una familia con una chiclayana, con la que tuvo ocho hijos y 21 nietos, según desvela Cecilia Gil, consciente de que su abuelo pensó en colgar la sotana y dedicarse a la agricultura en las tierras que adquirió en Santa. Pero mientras esperaba la dispensa del Vaticano para colgar los hábitos y casarse formalmente, llegó el fenómeno de «El Niño» en 1925, con un efecto terrible ya que arruinó todos los sembrados. «El obispo de Huaraz convenció a mi abuelo de que la destrucción de los campos de cultivo era como una señal para que él siguiese sirviendo a su feligresía, que lo necesitaban más que nunca después de tamaña catástrofe natural. Mi abuelo, de sangre albercana, de noble corazón y sentido del deber siguió cumpliendo con su ministerio sacerdotal y ayudando a sus feligreses», destaca su nieta, quien subraya el esfuerzo y la entrega de su abuelo en su labor pastoral: «Cabalgaba grandes distancias en una misma mañana de una iglesia a otra, sobre todo los domingos, para oficiar misa en todas las parroquias a su cargo».
DOBLE NACIONALIDAD, COMO EL ACTUAL PAPA
En 1929 es trasladado a Pacasmayo (Trujillo), a 823 kilómetros, después de que se reavivaran las rencillas y ataque del alcalde de Nepeña. «Este nuevo destino fue considerado por mi abuelo como el paraíso», anota Cecilia Gil, cuyo alcalde le ofreció nacionalizarse peruano y aceptó. Tras cinco lustros de felicidad, es trasladado al departamento de Lambayeque, a las parroquias de Salas, Penachi, Incahuasi, Cañaris, Mórrope y Mochumí, entre otras. «Eran lugares recónditos, sumamente alejados, a los que llegaba a lomo de mula, con poblaciones netamente indígenas, a las que asesoraba sobre leyes», destaca su nieta, quien reconoce que su abuelo «era muy querido» en todos esos pueblos.
Gaspar Gil Tornero se jubiló en 1954, aunque siguió celebrando misa a diario en Chiclayo, donde residía con la familia. Falleció en marzo de 1957 en el hospital de «Las Mercedes» de Chiclayo, localidad en la que reposan sus restos mortales.
«No llegó a obispo por tener familia», apostilla su nieta, quien destaca que el nuevo papa León XIV haya recorrido los mismos lugares que dos décadas antes recorrió su abuelo y «que haya ayudado a los descendientes de los feligreses a los que mi abuelo acompañó y ayudó en su momento en estos recónditos lugares a los que misioneros españoles llevaron la fe y la religión», concluye Celia Gil de Castritius.