Varios obreros de construcción trabajan bajo el sol mientras una vecina se refugia bajo una sombrilla. FOTOS: LAYA

«Podría hacer el hormigón con gotas de mi sudor»

Obreros, repartidores, jardineros y personal de limpieza viaria afrontaron una jornada al borde de los 40 grados. En muchos casos, al margen de la precaución personal, las recomendaciones sanitarias resultaron imposibles de aplicar

Ángel Amor

Salamanca

Jueves, 17 de julio 2025, 06:30

El calor no da tregua en Salamanca. La jornada de ayer se convirtió en una de las más asfixiantes del verano, con los termómetros elevados hasta los 37 grados, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Las sombras se convirtieron en refugio obligado y los abanicos y sombrillas recuperaron protagonismo en busca de un respiro. Sin embargo, para muchos trabajadores, especialmente aquellos que desarrollan su labor al aire libre, el calor no fue una anécdota, sino una realidad que condicionó su rutina y, en los casos más extremos, su salud.

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Uno de los puntos más calurosos fue la Plaza del Liceo, donde varios obreros trabajaban sustituyendo el pavimento bajo el sol abrasador del mediodía. Gerónimo Sánchez, visiblemente afectado por la temperatura, confesó con resignación: «Mal, se lleva muy mal. Es la hora punta y calienta mucho. Nosotros terminamos a las 15:00. Lo único que podemos hacer es beber agua y retirarnos a la sombra cuando se puede». A su lado, Ángel Luis Sánchez bromeaba empapado: «Dice el encargado que tengo que hacer el hormigón con gotas de mi sudor».

Los repartidores de comida a domicilio fueron otro de los gremios más afectados por el calor. Steven Acosta y Leonardo Ceballos explicaban a LA GACETA que las peores horas del día son precisamente las más exigentes para ellos. «Lo peor es después de las 14:00 de la tarde, y es cuando tenemos más trabajo. Utilizamos protección solar y bebemos mucha agua, pero es duro», comentaron.

También en la calle Condes de Crespo Rascón, un grupo de obreros trataban de avanzar en su jornada. Daniel Fernández fue contundente: «Es fastidiado. Lo llevamos mal. Nos hidratamos constantemente. Hay que tener agua siempre a mano y hacer los trabajos al sol a primera hora». Sin embargo, reconocía que eso no siempre es posible: «Nuestro horario es el mismo en todas las estaciones del año, haga frío o calor».

Por su parte, José Antonio Barrios, jardinero municipal, se mostraba optimista. «Llevo el calor bastante bien, soy de campo y he trabajado toda la vida en la calle», comentaba. Aun así, también reconocía que desde su empresa existen medidas para protegerse. «A partir de una hora, nos mandan dejar de cavar y dedicarnos a otras labores. Ahora entramos una hora antes y salimos también una hora antes», explicó, agradeciendo la flexibilidad del protocolo de prevención.

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Otro ejemplo es el de Aleis Martín, operario de limpieza viaria,que arrancaba su jornada incluso antes del amanecer. «De momento lo estoy llevando bien. Nuestro horario de verano es de 6:00 a 13:00, solo por la mañana. Así evitamos el tramo más duro del calor». Además, sus rutinas de protección eran simples pero efectivas: «Agua y crema. Esa es la clave».

Desde la AEMET se había activado la alerta amarilla por temperaturas máximas para toda la Meseta de Salamanca. El aviso, que estuvo vigente hasta las 21:00 horas, alertaba del riesgo de alcanzar temperaturas cercanas a los 37°C, especialmente en zonas urbanas y con poca ventilación. No obstante, en muchos puntos de la ciudad, la sensación térmica superó esa cifra, intensificada por la ausencia de viento y el fuerte impacto del sol directo.

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Ante estas condiciones extremas, las autoridades sanitarias recomiendan evitar el ejercicio físico durante las horas centrales del día, vestir ropa ligera y transpirable, protegerse del sol y mantener una hidratación constante. Sin embargo, para muchos trabajadores, estas recomendaciones resultan difíciles de cumplir. La necesidad laboral, los horarios fijos y la falta de sombra obligan a resistir el calor de la mejor manera posible.

Salamanca afrontaba así uno de los episodios más intensos del verano. Mientras, quienes trabajaban a la intemperie seguían lidiando con el calor como parte de su día a día.

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