De grandes teatros a cines de barrio
De los grandes teatros erigidos en el siglo XIX a los locales de barrio que ofrecían sesión continua en los 70 y los actuales multicines, las salas cinematográficas se fueron adaptando a las costumbres de ocio de los salmantinos y sobreviven a todos los desafíos audiovisuales de nuestros tiempos
Nacían las películas sonoras a finales de los años 20 y en Salamanca ya se proyectaban filmes de forma regular en tres espacios creados como teatros: el Liceo, el Bretón y el Moderno. Pero el primer testimonio de «fotografía animada» o «animatógrafo» lo ofrecieron en septiembre de 1896, en el café El Siglo de la calle del Prior, el electricista Pinto Moreira y el empresario teatral portugués Julio H. Verde, llegados de Oporto. Así lo contaron Francisco Javier Frutos y Juan Antonio Pérez Millán en 'Los primeros pasos del cine en Castilla y León'.
El Liceo sí sería el primer teatro en ofrecer una exhibición del cinematógrafo Lumière. Fue el 9 de diciembre de 1897, de la mano del empresario Augusto Marqués, quien figura en la historia de Salamanca como el autor de la primera película rodada en la provincia: unas imágenes de las lavanderas en el Tormes que, por desgracia, se perdieron.
Hasta la llegada del cine, el teatro Bretón era el escenario con más solera de la ciudad. Heredero del patio de comedias del antiguo Hospital de la Santísima Trinidad, hay referencias de él desde el siglo XVI. Tras varias reformas y su casi total destrucción en la Guerra de la Independencia, a mediados del siglo XIX el arquitecto Tomás Cafranga dirigió la construcción de un nuevo teatro del Hospital, al que en 1890 se bautizaría con el nombre del laureado músico salmantino. Precisamente Cafranga fue quien diseñó otro recinto, el Teatro Liceo, promovido por la Sociedad Liceo Artístico y Literario y erigido en 1862 sobre las ruinas del convento de San Antonio el Real.
A los dos teatros del siglo XIX se sumó, en marzo de 1909, el Teatro Moderno, que fue recibido como «La bombonera de don Cayo». El médico oculista Cayo Alvarado promovió este recinto en la Cuesta del Carmen, creado por el arquitecto Carlos Grasset, cuya vistosa fachada reunía elementos de art déco en un estilo ecléctico algo abigarrado. Se inauguró con un concierto de la Filarmónica de Salamanca, y días después con la comedia 'Los hugonotes', de la compañía del actor Luis Echaide. Con el paso de los años, el Moderno se transformaría en sala de cine hasta el fin de sus actividades y su derribo a mediados de los 60.
1933 fue un año clave en la historia de los cines de Salamanca. Si en junio se ponía en marcha un pequeño cine al aire libre en la calle del Carmen, el Cinema Jardín, en vísperas de Ferias culminaban años de gestiones y estudios previos con el izado del telón del Teatro Coliseum, promovido por un reducido grupo de prohombres de la ciudad y construido sobre el solar que ocupó el Parador de los Toros, entre la Plaza Mayor y Espoz y Mina.
La gran Margarita Xirgu y Enrique Borrás protagonizaron la primera representación, 'Medea', de Séneca, en versión de Miguel de Unamuno, obra que acababan de representar en el anfiteatro de Mérida inaugurando la primera edición del Festival de Teatro Clásico. El rector y autor siguió la función desde un palco. Los precios de las entradas, en funciones de tarde y noche, iban desde las 27 pesetas del palco principal hasta 1,25 en las butacas de segundo piso. Fue el 5 de septiembre de 1933.
Pero apenas una semana después, el 12 de septiembre, abría sus puertas el Cinema Garrido. La película 'Carne de cabaret', protagonizada por Ramón Pereda y Lupita Tovar, inauguraba el proyecto del joven contratista Juan Taramona, hijo de los guardeses de la finca de Villanueva del Cañedo. Tras participar como contratista de obras en el desarrollo del nuevo barrio surgido más allá de la vía del tren, decidió lanzarse al prometedor negocio del cine y construyó un salón con capacidad para 700 personas sobre un inmueble de su propiedad que ocupaba desde Sánchez Ruano (hoy María Auxiliadora) a Cruz de Antón (Los Ovalle). La fachada original, presidida por un gran letrero de «Cinema», daba a la actual avenida de Portugal. Las sucesivas reformas trasladaron la entrada a la vuelta de la esquina y modificaron el inmueble.
El cine que terminaría conociéndose como «el Taramona» funcionó bien. La Guerra Civil interrumpió inicialmente las proyecciones de cine en Salamanca, pero pronto los salmantinos volvieron a entretenerse en el Liceo, el Moderno, el Coliseum y el Taramona. Con los años 40 llegarían nuevas salas: en 1944 abrió el Cinema Salamanca, en el edificio de Vázquez Coronado donde la sociedad de Elpidio Sánchez Marcos había erigido en 1937 el Frontón Tormes. Las dimensiones del recinto, con capacidad para 850 personas, su tecnología de proyección y su oferta de estrenos lo convirtieron en el gran cine de mediados del siglo XX. En el solar contiguo hacia la calle Zamora, Sánchez Marcos había abierto en 1938 otro cine al aire libre para verano, el Frontón Cinema. Un año después, las Ferias de 1945 trajeron la apertura del Teatro Cine Gran Vía en el flamante edificio recién construido por Francisco Gil. Las crónicas daban cuenta de la suntuosidad de las instalaciones y sus valiosas lámparas de araña.
Avanzaba el siglo XX y en todos los recintos el cine fue imponiéndose como actividad principal, relegando al teatro cada vez más a las Ferias. El Bretón también acabaría cayendo en la magia del celuloide. Con la construcción del edificio España, el empresario Elpidio Sánchez Marcos sumó una nueva sala, el cine España, que fue estrenado el 1 de marzo de 1956 con la película Tarde de toros e invitados VIP como Domingo Ortega, Antonio Bienvenida, María Asquerino, Pepe Isbert y Tip y Top, entre otros.
La oferta de salas de cine culminó a mediados de los 60 con la apertura de dos «cines de barrio»: el Llorente, en Garrido, y el Victoria, en la carretera de Ledesma. Ambos marcaron la infancia de muchos niños de hoy con películas míticas y terminarían sucumbiendo a la competencia del vídeo mientras proyectaban películas de autor y otras de dudosa calidad. La guinda la puso en 1975 el Patio de Comedias, en la trasera del Bretón.
Si el desarrollo urbanístico había acabado con el Teatro Moderno en 1965, los años 80 verían, con las nuevas tendencias sociales, una cascada de cierres de cines y la reestructuración del sector. De nada sirvió al popular Taramona haber estrenado en Salamanca La naranja mecánica, un hecho grabado en la memoria de muchos salmantinos. En 1982 cerró sus puertas. Le seguirían el cine España (1985), el Gran Vía (1986) y el Coliseum (1988). El gran teatro de la Plaza Mayor, que con 1.500 butacas llegó a ser el de mayor aforo de la ciudad, había logrado recuperarse del pavoroso incendio que lo arrasó en septiembre de 1970 y que frustró el espectáculo de Tomás Zori y Fernando Santos. Pero lo que no logró el fuego, lo hizo la economía.
A cambio, el inicio de los 80 trajo la apertura de Cines Van Dyck en Torres Villarroel, que con sus sucesivas ampliaciones implantaron el modelo de los multicines que rige en nuestros días y son referente de la exhibición en Salamanca. Su ejemplo fue seguido por Megarama Vialia, abierto en la actualidad, y por dos proyectos que no han sobrevivido: los Multicines Ábaco, en el centro comercial Los Cipreses, y los Multicines Salamanca, la versión moderna del Cinema Salamanca de Vázquez Coronado, que siguió exhibiendo hasta 2006 antes de dejar su sitio a un edificio de apartamentos.
Por su parte, los recintos de más solera, como el Bretón y el Liceo, cerraron temporalmente en los 90 para presentarse con sus mejores galas en la Capitalidad Cultural Europea de 2002. El Liceo ya había aparcado los proyectores y se ha consolidado como teatro de titularidad municipal. El Bretón no superó la resaca de 2002 y, tras seis años cerrado, protagonizó en 2009 una dolorosa demolición que dejó a Salamanca sin su escenario más histórico.