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Imagen de las escaleras del Ochavo, con una doble escalinata y una covachuela bajo la meseta, tomada a principios de siglo.
MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO

La curiosa transformación de las escaleras de la Plaza Mayor

Los fondos fotográficos de la Filmoteca de Castilla y León y las colecciones particulares reflejan la historia de las escaleras de acceso al ágora salmantina, que desde hace unos días están en obras de reparación

Roberto Zamarbide

Salamanca

Sábado, 17 de mayo 2025

Ya está en marcha la esperada y necesaria renovación de las tres escaleras que dan acceso a la Plaza Mayor por el Pabellón Real, su lado Este. Lugares de paso y puntos de encuentro para los salmantinos y visitantes, la escalerillas de Pinto, San Fernando o del Arco y del Ochavo están grabadas en la memoria de muchos y su historia en fotos cuenta también la historia de la ciudad.

La esquina que hoy ocupan las llamadas escalerillas del Ochavo fue, según las hipótesis más aceptadas, el punto donde se inició la construcción de la Plaza Mayor en 1729. Primero fue el Pabellón Real y más tarde se emprendería el de San Martín. Su forma de ochava o chaflán daría nombre a la escalera que idearon los arquitectos para salvar el desnivel existente entre el suelo de la Plaza Mayor y la plaza de la Lonja, actual Poeta Iglesias.

El acceso original fue reformado en 1806 por el arquitecto Juan Marcelino de Sagarvinaga, que diseñó para el Ayuntamiento una escalera con dos tramos laterales y un cubículo de acceso frontal similar al que tenía en las primera fotografías existentes. Cuenta en un artículo la web salamancaenelayer.com que la minitienda fue ocupada por una tienda de tejidos, una panadería y un negocio de venta de churros y buñuelos, el último conocido. La escalera fue siempre un lugar de gran animación, muy transitado y frecuente escenario de incidentes entre los mozos de cuerda que se apostaban allí ofreciéndose a acarrear bultos y paquetes.

Las antiguas escaleras del Ochavo, a principios del siglo XX

Curiosa imagen de las escaleras del Ochavo, con una doble escalinata y una covachuela bajo la meseta, tomada a principios de siglo.

La reforma de las escaleras del Ochavo ya se había planteado cuando se llevaron a cabo las obras de pavimentación de la Plaza Mayor en 1920 y 1921, pero por entonces el pequeño local comercial, así como el numero 16 de la Plaza, era propiedad del recordado político y propietario Diego Martín Veloz, por entonces el mayor contribuyente de Salamanca. Sus problemas económicos posteriores le llevaron a vender el local dando luz verde al acuerdo con el nuevo propietario que haría posible la obra. El diseño que ha llegado hasta hoy fue del arquitecto municipal Ricardo Pérez. Costó a las arcas públicas 7.106'06 pesetas y entraron en servicio en 1926, mientras enfrente se construía el Gran Hotel. El proyecto, según recoge César Hernández en salamancaenelayer.com, incluía una marquesina superior que cubriera el rincón, pero que no vio la luz hasta 1930 con su balaustrada de piedra.

1928: tras las obras

La imagen tomada en 1928 durante la construcción del Gran Hotel muestra las escalerillas del Ochavo tras la reforma antes de que se colocara la marquesina superior. FOTO: CANDIDO ANSEDE. FILMOTECA DE CASTILLA Y LEÓN

El kiosco de prensa que Guillermo González regentó desde 1933, traspasado en 1959 a Ángel Sánchez Miguel y más tarde a su hijo, completó la estampa que los más veteranos recuerdan de las escalerillas del Ochavo.

Proyecto del arquitecto municipal Ricardo Pérez que resultaría ganador.
El acceso en 1992.

Bajo Fernando III el Santo y un toro de piedra

Al concluirse en 1733 el arco de san Fernando, y con él el Pabellón Real. una simple rampa ocupaba el espacio donde hoy tenemos la escalera frente a Mercado. El medallón de Fernando III el Santo, en el lado de la plaza, y la cabeza del Toro sobre los portales de San Antonio son las referencias que históricamente han dado nombre a este acceso de la Plaza Mayor. Las imágenes más antiguas apuntan a que tal rampa invadiría por la parte baja la calle actual para atenuar una pendiente que, en otro caso, sería demasiado pronunciada para carros y carruajes. Esta rampa contaba con escaleras laterales a uno y otro lado de los Portales de San Antonio para quienes deseaban pasar de uno a otro lado.

Urinarios en el arco del Toro

Evacuatorios subterráneos en las escaleras del arco de San Fernando o del Toro.

1992. Oficina de turismo

La eliminación de la caseta de información turística despejó en 1994 el arco del Toro.

La Exposición Regional que se organizó en 1907 en el aún no inaugurado Mercado de Abastos llevó al Ayuntamiento a sustituir la rampa por una escalinata. El arquitecto Santiago Madrigal dirigió la obra, que obligó a desviar la tubería de suministro de agua. Costó 1.567 pesetas. La escalera volvió a ser reformada en 1920 con la construcción de un urinario, con acceso desde la parte baja, sobre el que se instaló una cabina acristalada para el uso de los limpiabotas. A los lados quedaron las estrechas escaleras. En 1964, ambos locales fueron sustituidos por un comercio de productos de piel y la oficina de turismo que muchos lectores recordarán, con acceso desde la Plaza. La última reforma llevada a cabo dejó las escaleras como las conocemos hoy.

Escaleras del Pan, de Pinto y de Villa-Rosa

El cerramiento de la Plaza en 1755 en la unión del Pabellón del Ayuntamiento y el Pabellón Real planteó otro problema de desnivel. Por la calle Herreros (hoy Toro) bajaba una rampa pavimentada con guijarros. La salida a la plaza de Carboneros [más tarde de la Verdura y hoy del Mercado] quedó también como rampa -al menos no hay constancia de otra cosa en la historia- hasta el año 1887. El arquitecto municipal Manuel Pérez González decidió emplear piedra artificial de la empresa La Progresión, al parecer más resistente y de mejor aspecto. Pero con las escaleras, de dos tramos y con descanso intermedio, llegó la polémica. Hubo críticas por no haber empleado artesanos y material de la tierra. Las numerosas caídas originadas por los resbalones y la excesiva inclinación dispararon el malestar popular, reflejado en feroces campañas de prensa que no cesaron hasta que el Consistorio rectificó.

Tres estampas de las escalerillas de Pinto. Arriba a la izquierda, bajada a los antiguos portales del Pan. Abajo, dos imágenes en la década de 1950 de Nicolás Muller Grossmann. venancio gombau. filmoteca de CyL y Archivos de la Comunidad de Madrid
Imagen principal - Tres estampas de las escalerillas de Pinto. Arriba a la izquierda, bajada a los antiguos portales del Pan. Abajo, dos imágenes en la década de 1950 de Nicolás Muller Grossmann.
Imagen secundaria 1 - Tres estampas de las escalerillas de Pinto. Arriba a la izquierda, bajada a los antiguos portales del Pan. Abajo, dos imágenes en la década de 1950 de Nicolás Muller Grossmann.
Imagen secundaria 2 - Tres estampas de las escalerillas de Pinto. Arriba a la izquierda, bajada a los antiguos portales del Pan. Abajo, dos imágenes en la década de 1950 de Nicolás Muller Grossmann.

El arquitecto municipal acabó por reconocer los defectos en la construcción y culpó a «un plano erróneo» de la plaza de la Verdura. En el año 1888 estaba lista una nueva escalera de granito y más tendida, similar a la actual, que costó 1.877,81 pesetas, cuenta salamancaenelayer.com citando prensa de la época. Con el crédito dañado por otras polémicas, el arquitecto Manuel Pérez acabó por ser destituido.

El lugar recibió el nombre de arco y escalerilla del Pan, por dar acceso a los viejos edificios porticados, los portales del Pan, que existieron frente al mercado bajo Pozo Amarillo. La desaparición de estos portales cambió su nombre a escaleras de Pinto, por la farmacia de Villar y Pinto, que hoy se mantiene con el nombre de Escudero.Más recientemente se las conoció como escaleras de Villarrosa, en alusión a la sala de juegos recreativos existente al lado.

Aparte de varias obras en los muros laterales que abrieron escaparates a los comercios vecinos, la última reforma de las escaleras de Pinto hasta la obra actual se produjo en 1930. Ya ha llovido desde entonces.

Estampa de 1928

El arco de Pinto, en una foto del estudio de Ansede y Juanes tomada en torno a 1928.

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