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Uno de los grandes amigos de Pedro Sánchez y de su insigne predecesor José Luis Rodríguez Zapatero se la juega este domingo. El dictador bolivariano Nicolás Maduro ha hecho todo lo posible durante los últimos meses para impedir el relevo en el poder y nadie duda de que durante la jornada electoral y a la hora del recuento utilizará todos los medios a su alcance para evitar una derrota en las presidenciales.
Maduro adopta las viejas prácticas del comunismo más atroz. No tiene una Siberia como Stalin para mandar allí a los «sospechosos de no ser adeptos al régimen» pero ha conseguido que cinco millones de venezolanos hayan salido del país huyendo de la persecución y la miseria. Y cuando se acercan elecciones, emprende la purga de opositores, comenzando por su líder, María Corina Machado, a la que ha inhabilitado por quince años. Sus más cercanos colaboradores son perseguidos y encarcelados si antes no les ha dado tiempo a refugiarse en alguna embajada. A eso suma la utilización de fuerzas paramilitares (agentes revolucionarios), el uso descarado de los medios de comunicación públicos, los ataques verbales a la oposición desde la presidencia del gobierno y el boicot sistemático a los candidatos de la Plataforma Unitaria.
Queda la jornada del domingo, con sus irregularidades en el cierre de los colegios para acarrear a los adeptos a última hora y los trucos en el recuento. Solo una victoria clara y contundente de Edmundo González (el hombre de Corina Machado) puede obligar a Maduro a reconocer su derrota. Y aun así, nadie confía en que entregue pacíficamente el poder.
El España no hemos llegado a tanto, pero vamos dando pasitos hacia la autocracia. Sánchez, cuyo equipo fue pillado en su día llenando urnas tras las cortinas en las primarias del PSOE, está adoptando los peores usos y costumbres del chavismo al que tanto admiran él y sus compañeros comunistas de Gobierno.
El ejecutivo sanchista tiene el dudoso honor de haberse convertido en el más sancionado por vulnerar la neutralidad en las campañas. Ya lleva seis multas, cuatro de ellas a nombre del propio presidente, por saltarse la ley electoral, casi siempre por atacar a la oposición en actos institucionales durante periodo electoral. En el caso de Sánchez y sus ministros ya es norma el ataque furibundo a la oposición en las ruedas de prensa que debería limitarse a explicar y defender las medidas aprobadas en el Consejo.
No hay nada más propio de las repúblicas bolivarianas que utilizar el poder para atacar a todos aquellos que no comulgan con el régimen. En esto Sánchez se ha convertido en un consumado maestro. Nada más arrancar la actual legislatura anunció su propósito de levantar un muro contra los partidos de la oposición y en eso ha sido implacable. Al PP, que ganó las últimas elecciones, ni agua, y a los partidos secesionistas y golpistas que le apoyan, concesiones y champán sin límite.
El camino hacia la autocracia se completa con el ataque a los medios de comunicación críticos con el Gobierno, la persecución de los jueces que osan meter las narices en los malolientes casos de corrupción que rodean La Moncloa, y la ocupación de las instituciones que deberían ser independientes en una democracia sana, desde el Constitucional a la Fiscalía General, pasando por el CIS, Radiotelevisión Española, Efe, Indra, el Tribunal de Cuentas, Correos, Renfe, Paradores, AENA, el SEPE o el CSIC.
Una derrota de Maduro será una derrota, en alguna medida, del sanchismo. Y lo que es mejor: Rodríguez Zapatero se quedará sin trabajo y volverá a dedicarse a contar nubes. Qué ilusión.
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