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Con Venezuela
Me apropio del título de la película de Visconti porque define exactamente nuestros «tiempos modernos», los del derrumbe, hasta el punto de que yo aún siento las Torres Gemelas cayendo, y cayendo, y cayendo, en un eterno cataclismo de polvo y ceguera. De «Koyaanisqastsi» al infierno pasando por el laboratorio chino que nos encerró en casa y ahora por los caprichos espectrales de Bill Gates, capaces de detener el mundo. De detenernos. Las élites (los dioses), tan necesarias para el equilibrio y la creación, han sido descabalgadas por el nuevo «amo del universo», el mediocre; el mediocre feliz de serlo, el mediocre que nos parasita, el mediocre que nos gobierna y decide. El mediocre que vive del cuento.
Desde hace unos veinte años, lustro arriba o abajo, las élites (económicas, intelectuales, artísticas, políticas…) han sido sustituidas sin descanso -y con saña- por lo más simple y primitivo, creando una sociedad onomatopéyica con evidentes dificultades para expresarse, para escribir, para leer, capacidades ya consideradas directamente «antiguas» cuando no inútiles frente a los creadores de contenido basura, seguidos a su vez con devoción por millones de seguidores de contenido basura. No clonaron a la oveja «Dolly», clonaron al mismísimo cromañón y la familia crece. Se habla, como en el caso de nuestro circo patrio, de personajes llamados «El turronero» y «El chatarrero», y no digo más, no puedo expresarlo con palabras, me explota la cabeza…
Y en el epicentro de esta caída de los dioses, los políticos, perversos representantes de un «principio de Peter» llevado a la locura, a la máxima incompetencia, haciendo de la mediocridad una peligrosa arma contra la democracia; los políticos de hoy representan nuestra decadencia como sociedad. Nos representan, pues somos ellos. Terrorífico.
La eficacia, la idea, la conciencia, la experiencia, la formación, todo brilla por su ausencia y subiendo. Cualquier imbécil de baba puede dirigirnos, en un ayuntamiento cualquiera, en la región, en el Congreso…; en los consejos de ministros ni les cuento, pues son ellos mismos los que se pavonean sin rubor como unos completos mindundis. Veo a ese concejal-sin-lactosa (o concejala que se cree «empoderada»); veo a Cuca Gamarra, a Alicia García, a Pons, a Óscar Puente, a Zapatero (guía espiritual de vagos, maleantes y dictadores); veo a Sánchez-and-wife, S.A., a Von der Leyen… ¿y se extrañan de que el bocazas de Trump suba como la espuma? La conclusión es la misma: es lo que hay, y todo por haber desmontado la inteligencia para gloria de la dictadura del mediocre.
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