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Luces de colores

Salamanca está apostando por hacerse un hueco entre los destinos españoles del turismo navideño, pero desde el equilibrio estético

Viernes, 6 de diciembre 2024, 06:00

Puede que Vigo fuera la primera ciudad de España en tener la ocurrencia de potenciar el turismo navideño. Es un concepto complicado porque la Navidad es el periodo del año en el que, si viajamos, es para reunirnos con la familia y no para conocer otras ciudades.

No hay fecha más 'sagrada' en todo el año -y no por lo religioso- en la que no exista lugar para 'planes B': todos sabemos de sobra qué vamos a hacer, y con quién, durante esos días.

El turismo navideño sería, por lo tanto, lo que hay justo antes y después de la Navidad. En ese periodo sí que nos movemos.

En el último siglo A.C. (Antes de Abel Caballero) el turismo navideño se asociaba con los mercadillos navideños alemanes -listos desde noviembre-, con la magia de Colmar, o con un carísimo y pijísimo viaje a Laponia para visitar el hogar de Papa Noel. Todos esos destinos tenían algo en común: una imagen bucólica de la Navidad y el buen gusto por bandera.

Vigo, sin embargo, marcó un antes y un después. Convirtió la ciudad en un despiporre sin sentido donde el espíritu navideño se mide por lúmenes. Cuantas más lucecitas, mejor. El concepto de Vigo consiste que la fachada de aquel pub de autovía que llamaban Jamaica se integre en perfecta armonía con un árbol navideño. Santa Claus haciéndose fotos por la calle junto a Dora la exploradora. Spiderman integrado en el portal de Belén…

Una enorme noria, con todos los colores del arcoíris, girando a pocos metros de los balcones del centro de la ciudad.

Un hilo musical con villancicos a toda pastilla que deja el supuesto ruido del Bernabéu en una relajante nana para los vecinos.

El caso es que, nos guste o no, los once millones de luces LED instalados en Vigo hacen que no quede ni una habitación libre a varios kilómetros a la redonda.

Salamanca lleva un par de años haciendo también una apuesta decidida por la Navidad y por hacerse un hueco entre los destinos españoles del turismo navideño. Lo está haciendo desde el equilibrio estético que exige una ciudad donde las horteradas chirrían. Con espacios con magia como el Huerto de Calixto y Melibea, el escenario del mercadillo de Anaya, la iluminación -sobria- de sus calles más transitadas y, sobre todo, un sensacional espectáculo en la Plaza Mayor. El mejor que se recuerda. Con un árbol que le da mil vueltas a los adornos de años pasados, un potente juego de luces y el videomapping sobre la Plaza que es éxito asegurado.

Será en enero cuando toque hacer cuentas y repasar si 'Salamanca es Navidad', además de agradar a los propios salmantinos -que ya sería suficiente-, ha conseguido también atraer a turistas. Por el momento ya sabemos que consigue atraer a algunos gañanes: los que encuentran gracioso trepar por el árbol de la Plaza, los que van a tener que pagar 700 euros por subirse encima y destrozar el huevo de dinosaurio del Huerto de Calixto y Melibea…

Voy a pecar de indiscreto y les voy a contar una interioridad: en el tablón de anuncios de la redacción cuelga una hoja con la porra que hemos elaborado los compañeros para apostar sobre cuántos 'tontos' van a ser denunciados -hasta el 5 de enero- por saltarse el vallado y subirse al árbol de la Plaza.

Me he jugado un euro a que serán 11. Teniendo en cuenta que ya van cinco, y que ni siquiera se ha celebrado el Fin de Año Universitario, mucho me temo que he subestimado el grado de estupidez humana y me voy a quedar corto. ¿Ustedes qué creen?

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