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Opinión

No es un juego

Los Juegos han empezado y nadie habla de resultados, sino de robos, asaltos e invasiones de campo. Da bastante miedo

Viernes, 26 de julio 2024, 06:00

Un supuesto terrorista, con el rostro envuelto por una bufanda y luciendo una bandera Palestina, aparece en un vídeo hablando en árabe y profiriendo una inquietante amenaza en nombre de Hamas: «Correrán ríos de sangre por las calles de París», dice.

Lo cierto es que, de entrada, acongoja, pero un análisis realizado por Microsoft, a petición de NBC News, ha concluido que el vídeo no es real. Que no es obra de Hamas, sino de un grupo ruso que estaría tratando de generar miedo en la población de cara a los Juegos.

Mi pregunta es si realmente es necesaria una amenaza de este tipo para que los Juegos de París ya den miedo.

Aunque la ceremonia de inauguración se reserva para hoy, las competiciones arrancaron el miércoles. Si nos preguntan por resultados deportivos no se nos ocurre nada relevante de estos primeros días. En cambio, ya todo el mundo habla de que en mitad de un partido de fútbol los aficionados de Marruecos la han liado -«Una pequeña travesura», ha dicho una ministra-, han invadido el terreno de juego y han obligado a parar el encuentro durante más de una hora.

También hablamos de que a los futbolistas argentinos les han robado carteras, relojes, joyas y demás objetos de valor mientras entrenaban o competían.

A la selección australiana de ciclismo les han reventado el coche en plena calle y les han robado todo lo que contenía, mientras que en la villa olímpica ya afloran dos grandes quejas: una es la inseguridad que sienten los atletas por el barrio en el que se encuentra ubicada. Otra, más liviana, es que las camas que se han instalado en las habitaciones son de un material que solo soporta 140 kilos, por lo que en el hipotético caso de que dos personas hicieran al mismo tiempo algún tipo de impulso sobre esa camas, cederían.

Siguiendo con lo del miedo, viene a cuento recordar que hace dos años, durante la final de la Liga de Campeones celebrada también en París, los aficionados de Real Madrid y Liverpool sufrieron robos, agresiones y hasta abusos sexuales por hordas de delincuentes que ahora pueblan los mencionados entornos de Saint-Denis.

En todos estos incidentes -al menos en los que se ha podido identificar a los delincuentes- existe un patrón común y es la procedencia de quienes cometieron los delitos. Ninguno era el amigo François, el del foulard rojo que te invita a un picoteo de camembert en su ático con vistas a la torre Eiffel. Posiblemente ninguno de ellos ha nacido a menos de 2.000 kilómetros de Francia.

Nuestros vecinos, nuestros 'cercanísimos' vecinos, tienen un serio problema. He pasado mis últimas vacaciones en Francia y se palpa que la situación está muy caliente. Lo suficiente como para que la extrema derecha lleve varios comicios -sobre todos los últimos- rondando muy seriamente la presidencia de la República.

En los días previos a las elecciones, los medios franceses pidieron su opinión a diferentes sociólogos para tratar de entender cuál es el perfil del votante de la extrema derecha francesa. En contra de lo que se podría esperar, concluían que el potencial votante de Le Pen no es el ricachón que tiene un palacete en Versalles, sino el ciudadano de clase media-baja, que ya tiene asumido que de ahí no sube, pero al menos espera no perder lo poco que posee. Es decir, quien compra el discurso de que la mayor amenaza del país es la inmigración es, precisamente, el que convive en las mismas calles con ella.

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