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Lo mejor que hay para frenar los bulos, el fango, o como le dé por llamar a la actividad periodística a Sánchez y su recua ahora, es dar explicaciones. Decir la verdad, enseñar los entresijos y demostrar que no hay nada de lo que avergonzarse, que no hay nada que no sea legal, ético y moral.

Pero no, no quiere, ni él ni su mujer. Y huele muy mal. Porque yo (igual que tú) cuando alguien me ha acusado de algo que no he hecho, de algo que no tenían razón, no he tenido problemas en dar todas las explicaciones y demostrar que estaban equivocados. Es más, me ha dado mucho gustito eso de poder darles un baño de realidad y dejarles con cara de tontos.

Si tan claro tiene Sánchez que no hay nada ¿Por qué no quiere demostrarlo? Sospechoso, muy sospechoso.

Si me preguntas a mí, mi apuesta personal es que Sánchez no va a querer declarar (ojo, que está en su derecho de no hacerlo). Claro, si decidiera dar la cara lo primero que tendría que hacer es decir la verdad, y eso le cuesta. En un juicio (o similar) no vale salir con la tontería de «no he mentido, he cambiado de opinión». Lo de decir la verdad no es precisamente algo que vaya en el día a día de nuestro (por desgracia) presidente. Además, hay otro tema a tener en cuenta. A diferencia de las ruedas de prensa (con sus amiguitos a los que quiere repartir cien millones de euros por los servicios prestados como únicos con derecho a preguntar), de sus intervenciones en el Congreso o de sus mítines… En esa declaración sí que tendría que responder a todas las preguntas de todo el mundo. De la acusación particular también, claro. Y todos sabemos lo poco que le gusta a Sánchez dar ningún tipo de explicaciones a los que no son de su cuerda.

Mientras tanto, el caso de su mujer, que sólo es una ciudadana más, aunque desde Moncloa le den tratamiento de presidenta, lejos de disiparse, se va engrandeciendo. Más imputados, más sospechas, más pruebas de irregularidades… Pero las mismas explicaciones: ninguna.

¿De qué tiene miedo? ¿Por qué ninguno de los dos quiere dar explicaciones? ¿Quizá porque no pueden?

Un político, mucho más el presidente del Gobierno, debería tener la sana costumbre de dar explicaciones a la ciudadanía de todos los asuntos que se le preguntaran. De todos. De los tejemanejes de su mujer también. Pero Pedro se considera ser superior y no puede perder el tiempo en consentir que nosotros, simples mortales, dudemos de su excelsa obra. Así nos va.

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