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Se hace camino al andar

No hagamos de las coplas de Manrique una estaca a la que aferrarnos en mitad del temporal

Viernes, 6 de diciembre 2024, 05:30

Estando nuestro país ocupado por un invasor al que el rey de entonces invitó a pasar, los redactores de la Constitución de 1812 impusieron a los españoles la obligación de ser justos y benéficos. De algún modo, elevaron al máximo rango jurídico el mandato laico que resume el Decálogo de Moisés: amarás al prójimo como a ti mismo. Tiempo antes de que se desencadenara la maldita guerra incivil que sufrieron nuestros ancestros inmediatos, Antonio Machado parecía rememorar el Duelo a garrotazos de Goya cuando al españolito que viene al mundo le recordaba la maldición que nos ha acompañado a lo largo de la historia: «una de las dos Españas ha de helarte el corazón».

Hace algo más de dos semanas, Santiago Posteguillo, el novelista que escribe sobre Roma para hablar del presente, acusaba en el Senado a las dos Españas de helarnos el corazón a todos y cada uno de los ciudadanos. Con buen criterio, los autores de nuestra actual Constitución se abstuvieron de proclamar ingenuidades bienintencionadas como las de La Pepa, pero diseñaron un nuevo sistema institucional que asegurara el periodo de estabilidad que tanto merecíamos. Desde entonces y hasta ahora, han pasado muchas cosas; algunas buenas, otras no tanto. Tal vez no sea el mejor de los modelos, pero, haciendo camino al andar, nos ha servido para emprender una senda que nos ha permitido disfrutar del periodo de mayor bienestar que jamás hemos conocido; no lo olvidemos.

Vivimos tiempos convulsos. Creemos erróneamente que ya está todo conquistado, pero la democracia, como la amistad, hay que cultivarla. Quienes se pierden en enfrentamientos «de hunos y hotros» basados en el nudo electoralismo –maldita sociedad de la desinformación– deberían ser más respetuosos con los valores que cimentan nuestro sistema. Como ciudadanos responsables, estamos obligados a no comer lo que nos pongan; a desenmascarar a quienes usan las instituciones en su exclusivo interés, pero también a identificar a los carroñeros que sobrevuelan, aunque apelen a una libertad en la que no creen.

Hoy hace cuarenta y seis años que nuestra Constitución fue apoyada por nueve de cada diez españoles y tengo el día machadiano. O de Forges, que ilustró su articulado en un ilusionante libro. No consintamos que se cumplan las certeras palabras de Posteguillo, ni hagamos de las coplas de Manrique una estaca a la que aferrarnos en mitad del temporal. Les Luthiers –lo dije hace tiempo en esta misma columna– hablaron claro: «Cualquier tiempo pasado fue… anterior».

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