Pesadilla antes de Navidad
No nos engañemos, la cuestión no es si la Nochevieja Universitaria debe o no celebrarse
ANA SUÁREZ
Sábado, 7 de diciembre 2024, 05:30
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ANA SUÁREZ
Sábado, 7 de diciembre 2024, 05:30
Uno de los primeros revolcones políticos en mi etapa como concejala llegó de unos inofensivos bancos de madera. Los vecinos de un barrio me trasladaron una queja: tras la reforma de una calle se habían instalado bancos bajo los árboles y los pájaros hacían imposible sentarse por sus excrementos. Así que se desplazaron los bancos unos metros para esquivar los proyectiles. Problema aparentemente resuelto. Mi sorpresa llegó días después, cuando otra parte del vecindario se quejó porque al perder la sombra era imposible sentarse, a riesgo de insolación. Lección aprendida: cada situación tiene diferentes puntos de vista, y seguramente cada uno tenga su parte de razón.
Esta reflexión cobra especial significado cuando se acerca, un año más, la tan esperada-denostada-admirada-criticada Nochevieja Universitaria. Desde el instante siguiente a nombrar esas dos palabras se desata un abanico de posturas que fluctúan entre el malestar en diferente grado que suele emanar de los autóctonos, y el entusiasmo que traen consigo los jóvenes que llegan a la ciudad desde todos los rincones del país en busca de diversión, pasando por la resignación de quien entiende que es una inyección económica para el maltrecho sector hostelero. Y total, solo es una noche.
Al margen de posturas, que habrá tantas como sitios donde colocar un banco, permitir que se celebre esta actividad en nuestra Plaza Mayor me parece un error que debería intentar evitarse por todos los medios que la normativa permita. Es cierto que la publicidad que proporciona a la ciudad es impagable. La noche del 12 de diciembre la imagen de la Plaza iluminada, majestuosa, y repleta de personas divirtiéndose, será vista por millones de espectadores. Y puede que para muchos jóvenes esa promesa de juerga continua sea el aliciente que les empuje a visitarnos o incluso a decidir estudiar en una de nuestras universidades. Pero, sinceramente, el que elija Salamanca por la Nochevieja Universitaria entre la constelación de motivos que existen, dudo que jamás llegue a entender la magia de esta ciudad, ni que sea el tipo de estudiante, de vecino o de turista que queremos tener.
No nos engañemos, la cuestión no es si la Nochevieja Universitaria debe o no celebrarse. Hace mucho tiempo que se cerró ese debate. Nadie puede impedir que un joven, o 40.000, se reúnan en una ciudad para disfrutar del ocio nocturno. La cuestión real es si queremos una Nochevieja Universitaria controlada, o si, por el contrario, aceptamos sin más que esos 40.000 jóvenes sedientos de emociones al principio de la noche, y después sedientos sin más, tomen la ciudad. Porque van a reunirse en Salamanca esa noche, nos guste o no. Y si queremos tener bajo control posibles disturbios, las calles relucientes al amanecer, y dar la atención necesaria a los casos de coma etílico que sin duda habrá, es necesario contar con recursos adecuados esa noche.
La solución del conflicto de los bancos era sencilla: la mitad bajo los árboles y la otra mitad lejos de ellos. Lástima que no todos los problemas sean tan fáciles.
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