La llamativa cosecha del hortelano mirobrigense Felipe Calditos
Un año más ha obtenido una excelente cosecha en la que destaca su llamativa colección de calabazas


Llegamos a septiembre, un mes de marcado carácter recolector. Muchos frutos, después de soportar el calor veraniego, al final se rinden madurando, ofreciendo a todos los comensales manjares exquisitos. Y es que estos días caminar por caminos y veredas tiene mucho aliciente, muchos controles de avituallamiento ante las tentadoras moras, los higos, peras, manzanas caídas en las veredas, que nadie recoge y que saben a delicia cuando caminas.
Uno de los frutos más llamativos, especialmente por su tamaño y colorido son las calabazas. De vuelta a casa, después de regresar de La Atalaya, entré a visitar a mi amigo Felipe Calditos y de paso contemplar la excelente cosecha de calabazas que desde la carretera sobresalen entre todos los cultivos que tiene en la huerta. A pesar de que había tenido un pequeño accidente, se esforzó como siempre en atenderme, enseñando su huerta, sus cultivos, su resultado de muchas horas cavando, arando con la burra, un gran esfuerzo de hortelano antiguo, que contemplamos todos los que bajamos y subimos por La Puentecilla.
Excelente colección de calabazas, como siempre buena cosecha, calabazas enormes que pesan más de 100Kg, calabazas de todos los colores que brillan con los últimos rayos amarillentos del sol de septiembre. Es esta planta un misterio más de todos los que entraña la vida, la naturaleza. Una simple semilla, que origina una diminuta planta de dos hojas, que con el sol de primavera empieza a estirarse como las culebras bastardas, rastreando la tierra para que se asienten en ella unos frutos de dimensiones espectaculares.
Una planta rastrera y trepadora, de hojas enormes unidas al tallo con un pedúnculo hueco, llenos de pequeños pinchos, lo que la hace inexpugnable de cara a los animales. De la familia de cucurbitáceas, su floración tampoco deja indiferente a cualquiera que sea buen observador. Tiene dos tipos de flores, las femeninas que salen después de que aparezca una pequeña calabaza verde y las masculinas que aportan el polen, pero son estériles, no forman frutos.
La recuerdo en la huerta, donde su cultivo era totalmente informal, se sembraban en espacios apartados, rincones difíciles de labrar, poco abonados, apenas se les atendía, en comparación con otros cultivos. Quizás por ello, Felipe que las cultiva en tierra fértil, las atiende como un cultivo más, las mima, para que sus calabazas sean de campeonato. Lo mismo hace nuestra amiga Loli en su huerto de Boadilla, donde esta maestra cambió su tiza por el azadón, convirtiendo su huerto en un espacio continuador de la escuela. Dos realidades muy parecidas a pesar de la distancia, una forma de entender la vida, donde el disfrute de la huerta es una prioridad.
Ella también puede presumir de calabazas espectaculares, a las que hace un seguimiento diario, especialmente cuando florecen para recoger las flores masculinas a primera hora del día, cuando derraman vitalidad, para convertirse en un manjar exquisito según la receta que nos ha pasado: rellenas de queso de fundir y rebozadas con tempura. Siempre que nos vemos, dispuesta a enseñarnos una nueva lección o a recordar lo que el tiempo ha ido dejando aparcado. Eso hace con sus nietos, los empapa de sabiduría campesina, inculcándole los valores de la naturaleza, como cimientos de tantos aspectos de la vida. Mencía ya le enseñó a su maestra que las flores de la calabaza se comen.
Saliendo de la huerta, las calabazas tienen que lidiar con un sambenito que lleva arrastrando siglos tras de sus tallos rastreros. “Dar calabazas a alguien”, se utiliza para expresar que alguien es rechazado sentimentalmente y también reprobarlo en un examen. Dos expresiones que dejan a nuestra querida calabaza bastante mal parada. Parece ser que su tamaño promete mucho, y a veces dentro no hay tanto, creando por tanto falsas expectativas, por otro desde muy antigua se la adjudicaron propiedades antiafrodisíacas, utilizándola para evitar los escarceos amorosos.
Creo que actualmente la calabaza, pasa de semejante historia, gozando de una enorme aceptación por una gran mayoría de consumidores. Solo hay que teclear su nombre en D. Google para que aparezcan cantidad de recetas con sus flores, su carne, sus hojas, sus semillas. Se utiliza en repostería, para cervezas, como instrumento musical, de adorno,...y pronto llegará Halloween.
Después de saborear los diferentes tipos de higos de sus higueras que me ofrece Felipe, aparte de regalarme una bolsa, pienso una vez más en su trabajo de hortelano, su fortaleza física para cargar con las calabazas para subirlas al carretillo (el vehículo que Loli utiliza para pasear a sus nietos), algo que hacíamos en la huerta y que al ser de aristas redondeadas se balanceaban, más de una vez se nos iban al suelo escachándose.
Es septiembre el mes del comienzo del nuevo curso, donde se plantan muchas cosechas que se recogerán allá por junio, un mes asociado también con las calabazas. Pero el curso político, que no ha hecho más que empezar, ya está repartiendo calabazas, calabazones diría yo.