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Una faena de Diosleguarde sobresale entre los trofeos de la novillada de Guijuelo

Variada y buena novillada de Garcigrande, arrebatado Antonio Grande y con gran aplomo y autoridad Manuel Diosleguarde. Templado debut de José Manuel Serrano

Domingo, 1 de noviembre 2020, 00:16

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Una faena se impuso entre todos los trofeos. Fantasioso, el tercero, con sus armónicas y bajas hechuras, musculado y apretado de carnes. Tenía cara de bravo y lo fue. Lo recibió con soltura y facilidad Diosleguarde de capa, antes de que empujara con ímpetu en el caballo. Y, nada más empezar, cuando había firmado un sabroso inicio en el que había embebido al novillo rematando de manera inspirada mirando al tendido, el de Justo Hernández alertó que la pelea iba en serio. Pagó caro el fallo Diosleguarde de perderle la cara. Pecado capital en el toreo. Le propinó una formidable voltereta de la que salió ileso. La paliza fue formidable. Salió noqueado. Lejos de amedrentarle volvió a la cara para firmar la obra más contundente. Por la forma y fondo. Tres espléndidas tandas con la diestra, de mano baja, temple exquisito y longitud en el trazo, pusieron las cosas en su sitio. El toro respondió a la exigencia y se entregó sin reservas. Se disparó más el diapasón cuando Diosleguarde cogió la muleta con la zurda, donde arrastrando la mitad del engaño y con un sutil toque, prendió en el vuelo desde adelante la embestida para saborearla en muletazos eternos en otras tres series más donde el asiento fue distinguido. La faena fue precisa. Milimétrica. Con una estructura perfecta y una natural y poderosa compostura. La forma de andar por la cara y la calma con la que hizo todo le dio entidad a una obra de las que crecerán con su recuerdo. De las que hacen crecer y dan autoridad a un torero. Y de las que dejan en evidencia al palco que se enrocó, concedió una oreja que supo a poco.

La tarde la había disparado Antonio Grande de una manera fantástica. Nada más entrar en acción. Se tiró de rodillas en el tercio para recibir a Tallador con dos valerosas tijerillas, erguido ya tiró de arrogancia para cuajar un meritorio saludo en el que rápido vio el mejor pitón del novillo al que le dejó siempre el engaño en la cara. El variado quite mantuvo la intensidad. Chicuelinas, tafalleras, caleserinas... El novillo no se cansó de embestir, con prontitud, entrega y alegría siempre y, el buen torero de San Muñoz, le firmó una obra primorosa, por lo variada que fue, por la frescura que desprendió y la chispa que le imprimió. Estaba desatado el torero y todo le salió. Le faltó ceñirse con mayor apretura a las embestidas, pero hubo momentos de fantástica calidad y de buen toreo, más y mejor por la diestra que por la izquierda; por aquella bajó un punto más la velocidad y todo alcanzó mayor calado. Terminó otra vez arrebatado toreando con las dos rodillas en tierra muy templado por la diestra. Al cuarto le firmó a Tunante un majestuoso saludo a la verónica que fue otro de los pasajes más puros y valiosos de la tarde; y con la muleta volvió a dejar retazos de excelsa calidad, pero esta obra fue más intermitente y terminó más embarullada al final, cuando el novillo sacó más carácter que no acertó siempre a atemperar.

Diosleguarde ya había dejado buenas sensaciones con su primero, que le arrolló de salida cuando parecía presentar problemas en la vista. No fue así. Lo fue desengañando poco a poco y tuvo mérito todo lo mucho que sacó donde pareció que apenas había. Le puso todo lo que le faltaba y se unió de primeras al carro del triunfo.

Se estrenó con los del castoreño José Manuel Serrano, que estuvo templado y solvente toda la tarde. Firmó un buen saludo a la verónica a Terrible, el astado del debut, que fue el ideal para tal envite por la calidad que sostuvo. Derribó al caballo y aquí apareció un providencial quite de Rubén Sánchez, cuando el ruedo era un polvorín de toreros con el caballo que montaba Nicolás Martín en el suelo. Serrano firmó un valeroso inicio de rodillas y erguido toreó con firme y asiento. Terrible tuvo cinco series para gozar, luego ya salía desentendido, las aprovechó Serrano. El sexto, Marítimo, más basto y voluminoso, de los que no suelen fallar en casa de Garcigrande con esta hechura, ofreció embestidas rítmicas y cadenciosos, prontas y francas. Lo recibió con otro buen saludo de capa en la que ganó terreno para terminar en los medios; y en la muleta, con demasiada intermitencia, varios desarmes hicieron que no se lanzara. Se atascó con el descabello, en uno, de un feo zarpazo lo lanzó por los aires aterrizando de mala manera en el suelo. Tras tres segundos interminables en los que quedó inerte, pareció un milagro cuando se puso en pie. Fue otra de las buenas noticias de una tarde feliz.

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