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Público en La Glorieta. ARCHIVO
Una bofetada de realidad

Una bofetada de realidad

Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’

Sábado, 29 de mayo 2021, 18:45

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A las figuras le sobra espacio en la mitad de los aforos que, como mínimo, pedían, y piden, las grandes empresas para dar toros. El recién finalizado San Isidro ha sido una bofetada de realidad para demostrar el tirón taquillero. Ni uno ha logrado llenar las 5.400 localidades disponibles a las que quedaban reducidas por las limitaciones de la covid las 15.000 del Palacio Vistalegre: Roca Rey y Pablo Aguado en su mano a mano, y en las otras dos en las que actuaron con Urdiales y Manzanares el peruano (día 21) y con Ponce y Morante el sevillano (14), fueron los que más demanda tuvieron.

¿Conclusiones? La afición quiere caras nuevas. Las figuras se han cerrado tan herméticamente, en nombres y divisas, en los últimos 15 años que están demasiado vistos, su espectáculo ha caído en la peligrosa previsibilidad y esa falta de novedad ha hecho que el espectador rechace ver la misma película todos los días. No sobra nadie, pero falta atrevimiento, emoción y rivalidad para que con su tirón se de cabida a las novedades que surgieron en el escalafón para darles proyección y así que el espectáculo no muera con ellos. De eso sí son culpables. Al ser incapaces de llenar una plaza por sí solos antes de la pandemia se unieron y cerraron el paso para ocultar las vergüenzas que el virus les ha dejado al descubierto. Ni la falta de toros los últimos 20 meses, en los que apenas aparecieron, sirvió para devolverles un mínimo del interés que perdieron los años previos a la covid. En pleno confinamiento escribíamos aquí los peligros de volver a la actividad con los mismos argumentos y carteles en cuanto el virus lo permitiera. Y así ha sido, se ha vuelto a ofrecer la misma obra y protagonistas y el público se ha quedado en su casa, amén de unas entradas con precios prohibitivos. Acude en mayor número al reclamo de lo diferente. En Vistalegre, salvo las tarifas, no había excusas. Y con un toro de primera. La ruina en la taquilla fue evidente. El público se ha desconectado del espectáculo taurino y seguro que muchos de los que quieren, hoy, no se puede permitir pagar los disparatados precios de las entradas. Las figuras deben de ser conscientes de que su tirón ha bajado, y asimilar que a todos nos ha pasado una pandemia por encima que se ha llevado por delante, junto a miles de vidas, trabajos, sueldos, empleos... y nos ha traído paro, incertidumbre, apreturas y miedo de cara al futuro. El toreo no deja de ser un espectáculo de ocio prescindible a la hora de administrar los bolsillos cada vez más vacíos del país. No ha nacido nadie que sea capaz de ponerle precio a la vida de nadie, los toreros se la juegan, pero lo que sí es cierto es que las figuras y las empresas deben ser conscientes de que la situación real del país apenas se parece a la que dejaron en octubre de 2019 y meditar si están dispuestas o no a darle continuidad al espectáculo en un momento crucial para que la Fiesta se mantenga en un futuro mientras llegan tiempos de esplendor. Figuras y empresas deben tomar cartas en el asunto y poner en taquilla unos precios asequibles para que los tendidos, aún con las restricciones, no dejen en evidencia al espectáculo en sí.

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