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Borja Jiménez nació en Espartinas, Sevilla, el 28 de enero de 1992. Debutó con picadores en la Monumental de México (21 de julio de 2012) y tomó la alternativa en La Maestranza de Sevilla casi tres años después (5 de mayo de 2015) de manos de Espartaco y Manzanares, con el toro Gondolero, de Juan Pedro Domecq. Desde hace dos años, vive en Salamanca y le apodera el salmantino Julián Guerra.
Si tuviera dos horas libres y le dijeran que no pensara en toros, ¿a qué las dedicaría?
—Estoy en Salamanca estos dos últimos años, así que todo el tiempo libre que tengo es para mi familia.
¿Echa más de menos el clima de Sevilla o unas tapitas por Triana?
—En invierno, el clima, por supuesto. En verano, tampoco lo echo tanto de menos (risas). No soy yo muy de echar de menos eso de las tapas.
¿Cuánto cuesta un café con leche en un bar?
—Depende del bar (risas). Ahí no me pillas. Yo creo que de media el café está a 1,50 euros más o menos.
Un día se pega un homenaje gastronómico. ¿Qué pide?
—Yo no soy muy de pedir cosas raras en un restaurante. Lo que más me gusta es comerme unos huevos fritos con patatas. De hecho, desde que era muy niño y empecé en el toreo, siempre que había un triunfo me comía un par de huevos con patatas con mi padre. Ahora estoy solo y lo sigo haciendo. Ese saber me lleva esa etapa y lo recuerdo con mucho cariño y mucha nostalgia. Me trae muchos recuerdos.
¿Con quién se sentaría para intentarle convencer para ir a los toros?
—Con cualquier político antitaurino. Me encantaría explicarle la trascendencia de la tauromaquia y todo lo que está al lado, lo que genera económicamente y socialmente.
Si le dejaran escoger a una persona con la que tomar ahora mismo un café y echar una charla, ¿a quién elegiría?
—Pues, este último año, he tenido la suerte de que gracias a mi profesión he conocido a varios. Me hacía mucha ilusión conocer a Raúl, el futbolista del Real Madrid, que era mi ídolo cuando yo era niño. También a Vicente Amigo, que he tenido la suerte además de invitarle a los toros y a compartir un día de toros conmigo en la habitación. Ha habido más como, por ejemplo, Paco Cepero.
Ya veo que muy flamenco, ¿cuál es su artista musical favorito?
—Sí. Me tira el flamenco, pero yo escucho todo tipo de música. Siempre estoy escuchando música. Hasta cuando toreo de salón.
No le veo yo a usted escuchando Extremoduro.
—Escucho lo que sea. También el rock.
¿Sevilla o Betis?
—Del Sevilla, claro que sí. No sé si sabes que jugué a los 14 años dos años en la cantera del Sevilla. De todos los que jugamos en aquel equipo, creo que ninguno llegamos a ser profesionales.
¿Unionistas o Salamanca?
—No he llegado a ir al fútbol en Salamanca. No te puedo decir. Yo soy más de jugarlo (risas), pero también te digo que, desde que estoy aquí, no he llegado a dar una patada a un balón.
¿Manía confesable?
—Me voy haciendo mayor y cada vez tengo más. Una confesable es que tengo un montón de pulseras. Cuando en una plaza me tiran pulseras, me las pongo siempre.
Le veo mañana después de torear en La Glorieta con una docena en el esportón…
—A ver si ahora no voy a tener sitio para todas… Ahora mismo llevo puestas cuatro.
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