Manzanares desnuda su alma y cautiva a la Juventud Taurina
El diestro alicantino recibe el homenaje en la antesala de la temporada en la que cumplirá dos décadas de alternativa

Apareció sobre las tablas del Liceo con el aura de la figura que es. Desprendía amabilidad nada más entrar en la escena. Una figura abierta al mundo. Recogió la ovación con una sonrisa de complicidad, levantó tímidamente la mano derecha y custodió los aplausos en el pecho. Una ligera inclinación de reverencia, de agradecimiento a los cientos de jóvenes que acudieron a su reclamo.
Derrochaba elegancia. Impecablemente vestido de traje azul, camisa blanca y corbata roja. El brillo de los zapatos charol relucía entre la tenue luz que enfocaba el escenario. Todos los focos sobre José María Manzanares, en su primera aparición pública en el año de los fastos de sus 20 años de alternativa.
Sin embargo, desprende juventud aunque le acompañe la solera de la experiencia. Y se dispuso a hablar de toros en complicidad manifiesta con Rubén Amón, en una charla que si tenía algún guión no lo pareció. Y Manzanares embelesó a todos con argumentos que parecían salirle del alma. Seguro que así era porque así lo transmitió.
Comenzó la charla descubriendo secretos de la relación con su padre y la terminó —setenta minutos después— con Robles, con su “tío” Julio. “Mi padre hubiera estado muy orgulloso el día que toreé a Dalia, con ese toreo conseguí algunas cosas que él siempre trató de transmitirme. Hasta que él no faltó (28 de octubre de 2014) no fui capaz de hacer lo que él quería. Lo pasé muy mal y me costó mucho pasar el duelo. Tardé más de año y medio en volver a disfrutar del toreo. Y Dalia cambió mi vida. A partir de ahí mi tauromaquia empezó a tener más libertad”. Ahí reconoció que con más de una década ya de alternativa comenzó a priorizar su sentimiento sobre la estadística: “Casi siete años después no creo que fuera la perfección, pero sí me sentí pleno. Soy incapaz de expresarlo”.
De aquella época de gloria, en la que ha sido hasta ahora el culmen de su carrera, Manzanares pasó también a confesar y desvelar sus momentos más bajos. Y ahí apareció un momento clave. El pasado verano en Bilbao: “Sentí una desconexión brutal. Llevaba un tiempo en el que quería torear pero no lo sentía. Es muy duro tener que ponerte delante de un toro si no eres feliz, si no te sientes. Lo pasé muy mal y pensé que todo se había acabado”. Y poco a poco recuperó esa motivación: “En septiembre me recuperé pero al acabar la temporada quise olvidarme de todo. Ahora he vuelto con toda la ilusión”.
Y lo hace para afrontar sus veinte veranos de alternativa. Antes desnudó su alma ante la Juventud Taurina de Salamanca. Apareció el Manzanares más cercano, íntimo y sincero. Lanzó un alegato sobre el futuro de la tauromaquia: “Me encanta ver gente joven en las plazas, pero más aún el entusiasmo con el que viven el toreo”. Y en esa puerta al futuro desplegó su experiencia fuera de España: “Os sorprendería si vierais el respeto que tienen a los toreros fuera de nuestras fronteras”, dijo antes de poner en valor la grandeza del espectáculo ante la hipocresía de los ataques que hoy invaden a la Fiesta: “El toreo es alma, es entrega y es pasión, del toro, del torero y del aficionado, pero vive en un mundo de gran frivolidad y eso si que no tiene sitio en este espectáculo”.