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Los toros regresan a Salamanca. Dos trofeos y un bravo encierro en Villoria

Javier y Damián Castaño pasean una oreja cada uno en una tarde en la que perdieron más trofeos por el mal uso de la espada ante un gran encierro de Castillejo de Huebra

Domingo, 25 de abril 2021, 00:17

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Una brava corrida de toros. Variada, distinguida e interesante. Tres versiones diferentes, todas asentadas en la clase y la calidad. La más brava, la más dulce, la más acompasada. De todo hubo. Y como de todo salió, también un toro amargo que, por aparecer en último lugar, no empañó, ni empeñó el botín conseguido. Aquel Pajarero no hizo olvidar los que protagonizaron los tres primeros capítulos. Un derroche de cualidades. Volvieron las corridas de toros a Salamanca, 587 días después. Y regresaron con un gran encierro de los que, además, suman importancia con el tiempo. Cuando se hable del recuerdo. A Ajusticiado, a Semillano y a Mostazo se le caían las orejas... pero Javier y Damián Castaño fueron más toreros que matadores de toros, los saborearon con capote y muleta pero los sufrieron con la tizona. Los de Castillejo se murieron de mala manera, menos Mostazo, un toro realmente bravo, por el ímpetu, la codicia, la exigencia contenida, por la duración, por la entrega, por entregarlo todo y no regalar nada. A veces costoso para el torero, al que le pedía mimo, suavidad y dulzura para entregarle todo y para encontrar sus condiciones. No era fácil pulsar la tecla. Resultó un gran espectáculo para el espectador. Y nos regaló, por contradictorio que parezca, la bellísima muerte de un toro bravo. Se aferró a la vida el de Castillejo, no se rindió hasta el último suspiro y cuando ya veía abiertas las puertas del cielo decidió cruzar las rayas de picar y viajar hacia los medios. Se llevó el reconocimiento de todos. La interminable ovación de la vuelta al ruedo fue unánime. No fue más fácil pero si distinto Semillano, el segundo, que se desplazó con franqueza, que viajó largo y entregado. Mostró una fijeza admirable y tuvo una duración casi eterna. Se entregó a lo grande e invitó a torear con un punto de intensidad mayor que la que había ofrecido Ajusticiado, el primero. Un toro delicatessen. Almíbar.

A este lo toreó encajado, asentado y casi a cámara lenta Javier Castaño, después de que Damián quitara por ajustadas gaoneras. Sentida y con sentido, la faena tuvo poso, dominio y temple; dándole los tiempos clave para administrar. Los muletazos resultaron caricias con los vuelos. Eso era lo que pedía el bravo Mostazo, al que había que imponerse y mandar para que le regalara su bravura desatada. Pesaba el toro. Le costó cogerle el pulso a Javier Castaño que se desató mediado el trasteo con una seria espléndida al natural que fue el cénit de un trasteo con altibajos. De no estar preparado a más de uno le hubiera sacado los colores. Aquí firmaron tablas. Un pinchazo y media dio paso a la muerte que lució dándole todo el protagonismo al toro. Merecido.

Al segundo lo toreó a placer, sin reservas y a lo grande Damián Castaño, que cuajó un fantástico saludo, rematado con media a cámara lenta en los medios. Semillero, con amplio cuello, fantásticas hechuras y cara de bravo. Lo fue. No tardó en mostrar sus virtudes. Y Damián las gozó. Las series de arrebato contenido e inspiración desatada tuvieron el broche de fantásticos pases de pecho. Estuvo imaginativo, variado, suelto, capaz y artista. Hasta que montó la espada. La otra versión la mostró con el correoso, incierto y costoso cuarto. Expuso más de lo que merecía el toro. Estuvo más tiempo del que requería. Enseñó los defectos del toro y, a la vez, su valor. Se libró de mil tarascadas. En una casi se lo lleva por delante. Y siguió lanzando órdagos. Ganó la batalla. Pinchó y, antes de tirarse la segunda, se la brindó a los aficionados: “¡Va por ustedes!”. Y fue. Se volcó sobre el morrillo de forma memorable. La espada hasta las cintas. Le dio tanto tiempo al toro, quiso lucir una muerte que no venía a cuento, pasaron los minutos y se metió en un laberinto sin salida. No encontró el sitio del descabellar y rondó el abismo del tercer aviso. No hubiera sido justo. Pajarero murió a la última. Sobre la bocina.

LA FICHA

Todas las entradas vendidas, 550, el máximo permitido por las restricciones del coronavirus.

4 toros de CASTILLEJO DE HUEBRA, bien presentados, con cuajo, remate y fantásticas y variadas hechuras. De excelente bondad el almibaradlo 1º; bravo y de gran juego el 2º que tuvo codicia, prontitud, fijeza y recorrido; bravo y muy completo, con duración y entrega el 3º, de nombre Mostazo, número 46, que fue premiado con la vuelta al ruedo; complicado, costoso y a la defensiva el peligroso y orientado 4º. Este fue la excepción a un gran encierro.

JAVIER CASTAÑO, ovación con saludos tras aviso y oreja tras aviso.

DAMIÁN CASTAÑO, oreja tras aviso y saludos tras día avisos.

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