Borrar
Extraordinario y poderoso natural de Julio Robles a un toro de Atanasio Fernández al que desorejó. FOTOS: ARCHIVO
Julio Robles, 20 años después de su muerte. Así fue su último paseíllo en La Glorieta

Julio Robles, 20 años después de su muerte. Así fue su último paseíllo en La Glorieta

Robles firmó su tarde más redonda en una jornada histórica el 18 de septiembre de 1989: el último paseíllo en La Glorieta, el verano siguiente se cruzó Timador en su camino. El 14 de enero 2001 murió el hombre y nació el mito

Jueves, 14 de enero 2021, 13:15

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Sin saber que era la tarde postrera ante sus paisanos Julio Robles firmó una de sus actuaciones más rotundas el 18 de septiembre de 1989, la última en la que hizo el paseíllo en La Glorieta, en la que desorejó a sus dos oponentes con el hierro de Atanasio Fernández y salió a hombros por la puerta grande junto a sus dos compañeros de cartel, Espartaco y Rafael Camino, en una jornada histórica. Fue la tercera comparecencia en aquella Feria del maestro. Robles ya no llegaría a la de 1990 en la que, antes del percance de Béziers, ya estaba contratado para actuar en otras tres corridas de toros como el gran pilar del ciclo. Apenas un mes antes, en Béziers (Francia) se le cruzó en el camino Timador, el toro de Cayetano Muñoz que mandó toda su grandeza al infinito. De aquella brutal voltereta que sufrió cuando lo recibía de capote quedó postrado ya para siempre en una silla de ruedas en la que vivió hasta su muerte, el 14 de enero de 2001. Se cumplen dos décadas. Salamanca sigue llorando su marcha mientras su estela sigue viva aún en la memoria de los aficionados que continúan rememorando las actuaciones gloriosas de quien fue uno de los toreros predilectos de la afición.

Rafael Camino, Julio Robles y Espartaco, a hombros en la plaza de Salamanca el 18 de septiembre de 1989.
Rafael Camino, Julio Robles y Espartaco, a hombros en la plaza de Salamanca el 18 de septiembre de 1989.

Curiosamente, en Salamanca protagonizó dos de sus mejores y más redondas actuaciones el día que se presentó como matador de toros y el día que firmó la que sería su última comparecencia ante sus paisanos. El 13 de septiembre de 1972, cuando se presentó como matador de alternativa (ya había toreado como novillero el año anterior cortando un trofeo a cada uno de los tres utreros que estoqueó mano a mano con El Niño de la Capea) cortó tres orejas un rabo a la corrida de toros de Dionisio Rodríguez que estoqueó junto a Diego Puerta y José Luis Galloso; mientras que en su última tarde desorejó a sus dos oponentes. Entre una y otra actuación, Julio Robles protagonizó en Salamanca 44 corridas de toros. No faltó en ni una sola Feria en el periodo del 71 al 89. Esta del 18 de septiembre de 1989 nadie sabía ni podía imaginar que iba a ser la última en el coso de La Glorieta: “Se desbordó el entusiasmo”, tituló LA GACETA la portada del cuadernillo taurino que recogía la información de aquella tarde. “La Glorieta vivió una jornada histórica: nada menos que diez orejas —cuatro para Robles y tres por coleta para Espartaco y Rafi Camino— se cortaron en la séptima de Feria. Los más viejos del lugar no recuerdan nada parecido. La plaza fue una fiesta y en la salida por la puerta grande de los tres diestros se desbordó el entusiasmo del público salmantino, que esa tarde se reconciclió con la Feria y mandó en la plaza. ¡Qué gran tarde, señores!”, se escribía en las páginas de Toros de este diario. Se había colgado el cartel de ‘No hay billetes’, con la reventa funcionando con precios escandalosos. La corrida de Atanasio Fernández, con los dos hierros de la casa, de pobre y desigual presencia, derrochó bondad. Al acabar el festejo Robles puntualizó: “Llegué con toda la ilusión del mundo, como siempre que vengo a Salamanca. En las otras dos corridas tuve ante mi unos borregos que me impidieron el lucimiento, por eso salí especialmente motivado con estos dos que eran los últimos de mi Feria. (...) Mi primero tuvo mucha bondad, el cuarto sacó problemas pero me encontré muy a gusto”. Robles vistió aquel día con el traje azul celeste y oro, el mismo con el que esa primavera había cortado las dos orejas en La Maestranza de Sevilla, el de aquella soñada del año siguiente en Santander y el mismo de la tarde de Béziers. Tal día como hoy hace veinte años Salamanca se vestía de luto para llorar su muerte

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios