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Contento y orgulloso, así estaba Jesús de la Calzada durante los momentos previos a abandonar la plaza de La Glorieta en volandas. No era la primera vez que cruzaba el umbral de la Puerta Grande a hombros, pero esta vez tenía un sabor especial:«Soñaba con que mi debut como novillero sin caballos fuera tan exitoso como el que tuve cuando lo hice sin caballos, y aquí está otra puerta grande. Estoy muy contento», declaraba el joven espada de San Martín del Castañar.
A la hora de analizar su actuación, De la Calzada lamentaba que el viento hubiera condicionado tanto el festejo, y se quedaba con la faena realizada al segundo de la tarde: «El animal se vencía más por dentro, pero la pena es que el aire no me ha dejado torearlo como me habría gustado. De todas formas, esperándole y dándole los muletazos de uno en uno me dejaba cruzarme y se desplazaba».
El novillero salmantino valoraba como aspecto positivo el buen uso de los aceros: «Hoy ha sido un cañón. Venía de una racha complicada y eso pesa. Además tenía la lesión en el hombro y mira, los he matado bien. Mi fisio me ha dicho que arreara al entrar a matar y que si se volvía a salir el hombro ya lo recuperaríamos». Precisamente, Jesús de la Calzada brindaba la muerte del segundo de la tarde a su fisioterapeuta y lo recordaba con lágrimas en los ojos: «Es como un hermano para mí y hace apenas cuatro días ha sufrido una muerte cercana que le ha hecho mucho daño, así que no hay brindis más merecido que este. Solo puedo estar agradecido a él, como fisio y como persona».
Con esta emotiva declaración, Jesús de la Calzada era levantado en volandas para poder cumplir el sueño de cruzar la puerta grande de la plaza de Salamanca ante el cariño de los aficionados.
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