Secciones
Destacamos
Su gran obsesión es vender entradas», me dijo un buen amigo sobre Alberto García, de Tauroemoción, una de las últimas empresas llegadas al espectáculo taurino y que ha crecido con argumentos más que sobrados para entrar en el gran juego del toreo. ¡Caray con su obsesión! Bendita sea. Se supone que es el trabajo y el gran reto de un empresario, sea del espectáculo que sea, sin jugar a unos intereses más allá de satisfacer los deseos del público. Oferta atractiva y cercanía, presencia en las plazas, más allá de los festejos y de las fechas próximas al desarrollo de las funciones. Hacer sentir a todos parte del espectáculo y, sobre todo, convencerlos de que lo que rodea al festejo taurino es un movimiento de la economía que va más allá del propio ruedo. Eso, y pensar en el espectador, que es quien de verdad sustenta el espectáculo y para quien se hace todo. Tomarlo por tonto es un error de quien se cree ser superior y quien vive de espaldas a su cliente. Aparecer como por arte de magia en una plaza apenas un mes antes del festejo es un error en el que se demuestra el egoísmo de la empresa que es un perfecto fantasma en los once meses anteriores.
Hace ya varios meses publicaba el propio Alberto García un encuentro con aficionados de Jaén, preparando una feria que cada año abrocha la temporada a finales del mes de octubre. Es solo un detalle, un ejemplo. En ese trabajo previo, y no solo, es donde se sustenta el éxito y es donde se explican las espectaculares fotografías panorámicas de este comienzo de curso en las que aparecían abarrotadas plazas tan diferentes como las de La Flecha (Valladolid), Almendralejo (Badajoz), Arenas de San Pedro (Ávila) o hace unos días Valladolid capital. Los tendidos repletos de aficionados en cosos que o bien no daban toros en esas fechas de manera habitual, o bien se había visto demasiado cemento en los últimos años. Es cierto que este inicio de temporada se está observando un poderoso incremento de aficionados en los cosos taurinos, pero no menos cierto es que el trabajo tiene su recompensa. El trabajo y la justicia con lo que sucede en el ruedo. El premio al triunfador, y el triunfo y el aliciente como gancho y aliciente para el espectador, aburrido de los cambios de cromos. Aburrido de que a costa de su dinero únicamente se satisfagan los intereses empresariales sin que reporte ningún atractivo al cartel en cuestión.
A cinco meses vista de la feria de Valladolid, ya sabe todo el toreo, y casi todo el mundo, que El Juli, Roca y De Justo van a estoquear una corrida de toros de Victorino en el coso del paseo de Zorrilla. El trabajo conjugado con el poder de la comunicación en sus más modernas versiones mientras los poderosos y más tradicionales siguen anquilosados pensando que con pegar carteles en las paredes y abrir las taquillas un mes antes es suficiente para captar la atención del cliente. Es la diferencia entre esperar a que venga el público a un espectáculo mal contado y peor vendido e ir a buscarlos para ofrecerle los encantos del espectáculo más maravilloso y real del mundo. Aún hay más de uno empeñados en lo primero. Y así llevan su penitencia, penando con plazas semivacías mientras otras se llenan de alegría y de público con ganas de toros.
Aquello que nos enseñaban en la Facultad de que es más importante el envoltorio que el caramelo. Un buen envoltorio hace mejor a un caramelo malo, que un buen caramelo con un mal envoltorio. Eso tampoco lo entiende quien vive de espaldas a la realidad que le invade, como para pensar en el poder de la comunicación.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.