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Además de que los ganaderos no quieran llevar sus toros a la Venta del Batán, aquello no está para enseñarlo. Transmite una dejadez y abandono que no beneficia a nadie. La Venta del Batán son las instalaciones de la Casa de Campo de Madrid donde se enseñaban todas las corridas de San Isidro. Allí se desembarcaban los días previos a su lidia en Las Ventas para ocio y disfrute de los aficionados. Hace 19 años se interrumpió esa buena costumbre, primero por la enfermedad de la Lengua Azul y luego por la dejadez de las administraciones, por la falta de interés de las empresas Las Ventas y por la poca gana de los ganaderos. Las instalaciones, en pleno pulmón de la Casa de Campo, eran un vivero de afición entre los niños y jóvenes, que vivían la experiencia única de ver de cerca al toro. Iban padres con sus hijos, nietos con sus abuelos, sobrinos con sus tíos y allí se fraguaban nuevos aficionados. Era una oferta más de San Isidro. Un maravilloso escaparate.

Casi dos décadas han tardado en volver los toros al Batán, Fue una de las promesas de la nueva empresa para este año y la cumplió... pero con poco acierto. Por allí apenas han pasado a regañadientes media docena de las ganaderías lidiadas en Las Ventas. Y lo han hecho en unas instalaciones que no ofrecen ningún atractivo para el visitante. No es que no hayan sabido convertir ese espacio en un parque temático del toro bravo, ni llevar allí una oferta complementaria de la cultura taurina. No han logrado un lugar atractivo para ir de visita al encuentro del toro. La imagen es deplorable. Paredes sin pintar con una desidia evidente, los clásicos hierros que adornaban las paredes casi desaparecidos, las malas hierbas invadiendo los alrededores, la cafetería que presidía el alto de la ladera bajo la que descansan los toros está no solo cerrada sino que la cubre un bosque la maleza. E incluso dentro de los corrales siguen en pie los carteles carcomidos y abandonados de ¡Toresma! (la empresa venteña de hace varias décadas)... como síntoma de esa dejadez que se apodera de un lugar que debería ser emblema y orgullo del toreo y que, así, es mejor no enseñar.

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