El toro
Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’ de LA GACETA

“El torero se tiene que adaptar a la condición del toro. Si lo hacemos al revés estamos perdidos”. La frase es de Victorino Martín Andrés (1929- 2017) en una entrevista rescatada del pasado en la que dictaba otra sentencia: “El mayor pecado de un ganadero de bravo es criar un toro para el torero...”. Un defensor de la casta, de la bravura, de la emoción, que es la que no tiene que faltar en el ruedo sin la necesidad de criar y querer imponer un toro prehistórico que quiera arrancarle el corbatín a quien se pone delante en cada una de sus embestidas. La alquimia de la embestida moderna con la emoción del toro de antes. El torero es quien tiene que resolver las complicaciones o los problemas que pueda plantear el toro para crear su obra de arte y tratar de emocionar al público. No hay uno que se vaya al desolladero, con o sin orejas, al que los toreros no le pongan peros ni pegas. ¿Cuántas veces les han oído hablar bien entre barreras de los toros que han lidiado? Las excepciones se cuentan con los dedos de la mano...
Buscar la embestida perfecta, sin emoción ni riesgo, termina por diluir este arte, porque la perfección lo fulmina por muy bonito que salga y aparezca todo. El torero debe solventar los problemas que presente el toro y no a la inversa. Tratar de criar un toro que facilite el camino al torero, con las menores complicaciones posibles y que se carezca de emoción, es una marcha atrás que no tiene ningún buen final para nadie. Nada nuevo. Ahí perdemos todos. Aunque no lo crean, hasta el propio torero, que diluye parte de su grandeza porque puede caerse en el error de que el público deje de valorar el incalculable mérito que tiene quien se pone delante de un toro. Es este quien debe poner la emoción y el riesgo. Quien debe transmitirlo e infundir respeto. A quien se debe de respetar como máximo e insustituible protagonista de un espectáculo en el que sin él nadie pinta nada. Y por desgracia el toro ha dejado de tener la preponderancia que jamás tuvo que perder. Y ahí lo que ha pasado es que la tauromaquia ha perdido parte del peso específico que tuvo y no debió abandonar porque va en detrimento de la tauromaquia. El toro por encima de todo y de todos. Y ya no es así, porque hoy es el que menos cuenta. Ahí tienen culpa todos, empresarios y toreros.
Se comenzó perdiendo la variedad de encastes llevando al muestrario del toro bravo a casi solo una manera de embestir privando al aficionado de toda la variedad genética. Y hoy se busca una sola embestida porque es la única con la que se lanzan y apuestan los toreros que están en lo más alto. Las primeras figuras del momento, salvo Morante, apenas se salen de media docena de hierros con el mismo origen. Al toro le han ido recortando por todas las partes y lo van a terminar de convertir en un invitado secundario cuando todo tendría que ser al revés. Camino van.