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Paseíllo en la plaza de toros de Las Ventas ARCHIVO
Como antes de la pandemia

Como antes de la pandemia

Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’ de LA GACETA

Sábado, 13 de noviembre 2021, 14:46

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Están asustados los empresarios con lo que sucederá en 2022. Todo hace indicar que volverán las ferias a su curso normal, es decir en las fechas tradicionales a como era antes del inicio de la pandemia. Es de esperar que así sea y ojalá no haya contratiempos que lleven a lo contrario.

Volverán a abrirse las plazas de toros con normalidad. Ese es el deseo de todos. La mayor parte de las empresas ahuecaron el ala con la pandemia y, salvo honrosas y conocidas excepciones, la prolongaron buscando la excusa de la pandemia para no abrir las puertas de sus plazas. Más de uno quedó al descubierto con el covid con todas sus vergüenzas al aire.

Y, ahora, el gran miedo con el que trabajan de cara al curso venidero es la reacción del aficionado, con saber qué se van a encontrar, y con ello la respuesta de los abonados que eran los que, en su día, sustentaban gran parte del peso de las ferias. A los empresarios le acechan los miedos y le invaden sus acciones. Más bien, su inacción pandémíca. ¿Qué han hecho durante todo este tiempo de coronavirus para mantener el contacto con los aficionados y para lograr mantenerlos conectados a la fiesta y a su espectáculo? ¿En qué han empleado esta travesía por el desierto en el que las plazas se quedaron solas? ¿En qué invirtieron? ¿Como fomentaron la actividad taurina entre los jóvenes?

Uno de los grandes errores que comenten los empresarios habitualmente, incluso ya antes de irrumpir el virus, es preocuparse de los aficionados solo cuando se acercan las fechas cercanas a las ferias. Se acaban, cierran sus puertas y nada vuelven a hacer hasta que al año siguiente repiten la misma operación unas semanas antes de que vuelva a salir el toro en la plaza en cuestión. Y en esa larga travesía de casi un año antes del covid, e incluso más con él, se olvidan de sus clientes.

En ese tiempo no se hace nada por la afición ni se genera la actividad taurina fuera del ruedo con el ánimo de mantenerla viva y, sobre todo de conocerla y saber de sus gustos y predilecciones para confeccionar después los carteles de los que depende su éxito económico. Nada más lejos de la reliadad. Van en contra de sí mismos. Y así, entre unos y otros, han logrado que poco a poco el toreo se haya ido alejando de la sociedad y los aficionados se hayan convertido en un bicho raro.

En las plazas desapareció el gran público, el curioso ocasional... Y quedaron poco más que los fieles casi penitentes. A los que no hay que convencer. Estos vienen solos. Las empresas cuentan con el cliente más fiel que existe y del que no gozan otros eventos. Y ni lo aprovechan ni lo potencian.

Con el virus, se cerraron las puertas de las plazas a cal y canto y no se hizo nada más que dirimir sus disputas internas con quien se atrevió a mover un dedo con el ánimo de recuperar el toreo. Así fue, por contradictorio que parezca. Como era de esperar entre las visiones más pesimistas, y a la vez realistas, de nada sirvió el parón y todo este tiempo tampoco lo aprovecharon ni supieron usar para mantener el pulso con la afición. No se hizo nada. Y se dejó todo para otro invierno, como se decía antes del virus. Llegaba el invierno pero las acciones se posponían para el siguiente como si siempre fuera una mejor vez.

Ahora volverán los toros, volverán a anunciarse los carteles de los principales ciclos y se abrirán de nuevo las taquillas de los cosos. Y, por arte de magia y colgando dos carteles, querrán que los aficionados vuelvan a acudir en masa, sin reparar que los tuvieron injustamente olvidados durante todo este tiempo. Cuando la ilusión y la esperanza por volver a ver las plazas de toros abiertas, y llenas, era lo que más falta hacía.

Pero volvieron a olvidarse de sus clientes por enésima vez. Como antes de la pandemia. Y ahora seguirán haciendo la fiesta a sus anchas, con sus intereses y sin pensar en el futuro del toreo.

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