Ángeles sin guarda
El artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento de Toros de LA GACETA

La cara de los cirujanos que lanzaron el festival taurino para potenciar la Sociedad Española de Cirugía Taurina era un poema. Al final hubo beneficios en Navalcarnero (Madrid), pese a la paupérrima imagen de los tendidos. Mucho menos de lo que merecen. Lo fácil fue escudarse en que a esa hora jugaba en el Bernabéu el Madrid contra el Atlético, pero no había excusas.
Navalcarnero, que no es la Monumental de México, debería de haberse llenado hasta la bandera. Y no de aficionados, sino de profesionales del mundo taurino. De picadores, de banderilleros, de novilleros, de matadores, hasta de alumnos de las escuelas taurinas de toda España. También de recortadores y corredores de encierros. Desde la primera figura hasta el último becerrista. Sin distinción. Pero no. Hicieron mutis por el foro.
Ellos solos deberían haber colapsado Navalcarnero y Las Ventas si allí se hubiera anunciado. Sin embargo, no lograron llenar ni una plaza menor para apoyar a la cirugía taurina y el ridículo fue mayor. El festival del sábado no era para que coparan sus tendidos la afición, era para que se hubiera abarrotado de los que se ponen delante de la cara del toro en cualquier escenario de la piel de toro. Y todos por igual les dieron la espalda cuando deberían de haber sido los primeros en dar ejemplo.
Allí no había ninguno, salvo la media docena de espadas y sus cuadrillas que hicieron el paseíllo y actuaron de manera desinteresada. Y de Fortes y Manuel Diosleguarde que acudieron a mostrar su apoyo a los cirujanos. Torearan o no allí deberían de haber estado. Sin embargo, la respuesta sacaba los colores a cualquiera y dejó en evidencia a todos los toreros, de oro, de plata o de azabache, a pie o a caballo, que dieron la espalda a los que llaman ángeles de la guarda cuando surgen percances y sus vidas quedan en las manos prodigiosas de los cirujanos.
El festival del Navalcarnero debería de haber sido una fiesta. Es más, en la plaza que sea, tendría que ser una cita indispensable y habitual cada año en el inicio del curso para recaudar fondos que se destinen a cursos sobre cirugía taurina y becas para jóvenes estudiantes o residentes de medicina, que son quienes deben de tomar el relevo de los primeros espadas que hoy curan a los toreros. Para que esa formación lleve a que esta especialidad tenga cada vez más referentes y no estén en vías de extinción.
Por desgracia para el toreo insignes cirujanos como Val-Carreres, García Padrós, González Masegosa, Enrique Crespo... y tantos otros jóvenes como por ejemplo, en Salamanca, la doctora Montejo, tan admirables todos, no van a estar al quite de manera eterna. Más pronto que tarde necesitarán un relevo y para ello hay que invertir en el futuro, hay que formar y hay que preparar a quienes mañana tengan la responsabilidad de salvar las vidas a los héroes que se visten de luces.