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Los tendidos de La Glorieta con aficionados con mascarilla y guardando las medidas de seguridad. ALMEIDA
Aforos de risa

Aforos de risa

Artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento ‘Toros’ de LA GACETA

Sábado, 27 de febrero 2021, 09:56

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El toreo va camino de sufrir daños colaterales más allá de la pandemia y de todas las restricciones necesarias derivadas del COVID. El toreo va a ser la víctima número uno con unas limitaciones que no sufren el resto de los espectáculos que congregan más o menos espectadores. Una normativa única y exclusiva respecto al resto de actividades lúdicas, deportivas o culturales. Al toreo lo van a convertir, más, en un bicho extraño y raro al que quieren imponer unas restricciones especiales por tratarse del toreo. No se entiende otra cosa. Comienzan las comunidades a establecer cierta desescalada con todo menos con el toreo hasta llegar a protagonizar un incomprensible sinsentido que nadie puede entender.

En Castilla la Mancha han establecido ya un aforo de hasta el 50% en espacios abiertos con la cruel coletilla del máximo de 500 asistentes. Extremadura lo deja al 40% del aforo y con un máximo de 200, mientras dejan barra libre a los eventos deportivos: el mismo porcentaje de aforo pero sin especificar un máximo de personas. Una prohibición taurina encubierta, sabedores que así es inviable. Se ríen en nuestra cara mientras se lo agradecemos con el más descorazonador silencio. Una discriminación. Un sinsentido. Un absurdo. Una persecución indignante de la que nadie dice ni hace nada. Tan sencillo como esto. En cosos como los de Plasencia, Olivenza o Badajoz solo dejan un absurdo máximo de 200 personas pero un aficionado al fútbol se puede sentar en el estadio Nuevo Vivero de Badajoz hasta con 4.000, de las 10.000 que afora. Ambos espectáculos al aire libre y con las restricciones establecidas. Y, mientras, nadie protesta ni levanta la voz. Nos siguen dando y seguimos callados e incluso poniendo la otra mejilla dispuestos a recibir sin que se nos agite el pulso la siguiente bofetada.

Eso sí, seguimos haciéndonos fotos con el ministro de turno sin encontrar ni salidas ni soluciones a los problemas del toreo. ¿De qué han servido todas las reuniones que se airearon el año pasado? ¿Qué ha obtenido el toreo? La tauromaquia sigue siendo la última de la fila, víctima de una persecución tan ingrata como inconsciente de lo que supone el toreo en la economía de miles de familias. A la vez desconocedora de las consecuencias que tiene cerrar los cosos. Los que persiguen ese fin, han encontrado en la pandemia su gran aliada. Sí, los políticos hacen daño, pero también lo hacen las empresas que se excusan en la pandemia para esconderse y no dar toros. También los hay. Este año cruel que estamos a punto de cumplir ha sido el tiempo de espera suficiente para demostrar la inacción del toreo, la falta de estructura y la pasividad de un sector que espera un nuevo amanecer, que un día nos levantemos haya desaparecido el virus y, de repente, se vuelvan a llenar las plazas de toros. Deberían de ser conscientes de que eso no va a ser tan fácil. Para eso, cuando el virus caiga bajo el estribo, habrá que trabajar para recuperar la ilusión del aficionado al que han abandonado en tiempos de pandemia. En este tiempo solo hemos sido capaces de dispararnos a nosotros mismos haciéndole de manera gratuita el trabajo a nuestros enemigos a los que ni siquiera les ha hecho falta desenfundar sus armas para entrar en la guerra. Nos matamos a nosotros mismos.

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