22 marzo 2023
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A precio de oro

El artículo de opinión de Javier Lorenzo en el suplemento de Toros de LA GACETA

11 mar 2023 / 14:25 H.
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Madrid se le ha ido la mano con los precios. Ha disparado las tarifas de las entradas y ha convertido la feria de San Isidro en un espectáculo que lo aleja del pueblo. Se ha priorizado y potenciado al abonado, como es lógico, y se “castiga” al aficionado ocasional que ve como ir a los toros a la primera plaza del mundo ha dejado de ser accesible para cualquiera, con los precios muy alejados de lo que siempre fue la filosofía del primer escenario del mundo, que siempre presumió de eso y hoy ya no puede hacerlo. Todo ello en un momento crítico y crucial para el futuro de la fiesta de los toros.

Que quieran beneficiar, apoyar e incluso premiar al abonado —para subir también el número que se ha ido perdiendo en los últimos años— es lógico, normal y entendible. Que sangren al aficionado ocasional que no puede ir todas las tardes a la gran cita taurina de la temporada, un grave error. Madrid toma el camino prohibitivo de Sevilla, una de las plazas más caras de España. La misma que le terminó ganando la partida a aquella Monumental que ideó y levantó el gran Joselito El Gallo a finales de la segunda década del siglo pasado.

El torero de Gelves era partidario de los cosos monumentales, con mayor capacidad de público, para poder poner a la venta entradas más baratas y garantizar la asistencia del mayor número posible de espectadores. Sobre todo, en un momento de la historia que estaba acuciada por las crisis sociales y la falta de recursos económicos de la clase obrera.

Es más, el gran Joselito se mostraba partidario, y por ahí conducía todas sus iniciativas, de defender la necesidad de promover las corridas frente a otros eventos lúdicos del momento como el fútbol, que en aquel momento comenzaban a tener cada vez mayor auge. Plazas monumentales, con gran demanda de público, más espectadores en los recintos taurinos a precios mucho más baratos era también la clave para demostrar la fuerza del toreo.

Aquel sueño de Joselito, que llegó a hacer realidad, lo han dilapidado hoy los grandes empresarios. Madrid el último. Han disparado el precio de las entradas y convierten el espectáculo taurino para solo unos pocos privilegiados. O si no es así, sí hace que más de uno se quede en casa sin pasar por taquilla. Otra ofensiva más contra el aficionado, que es quien sustenta, quien sostiene y quien de verdad es la razón de ser para que un hombre se ponga delante de un toro para emocionar y para crear arte. Sin la recompensa de las taquillas y sin lograr el calor y la admiración del público nadie lo haría.

La subida de los precios de las entradas de la feria de San Isidro llega, además, en el mismo momento en el que se ha dado también un giro radical al planteamiento de la primera feria del mundo, en la que se ha reducido el número de espectáculos, se ha dado carpetazo a la parte torista del abono en la plaza que más y mayor cabida tenía y que servía además para darle el sitio a un buen número de toreros de segunda o tercera línea que se han visto relegados y ponen contra la cuerdas. Tenía además una clientela fija y fiel. No la más numerosa, que es la que acude al reclamo de las figuras, pero sí necesaria dentro de la cada vez menos variada oferta del toreo. Termina reduciéndose a lo mismo, con los mismos protagonistas. Madrid debería de ser ejemplo de eso. Las Ventas tendría que ser el foco que ilumine el resto de la temporada y poco a poco se está cayendo en los mismo errores que el resto.

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