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Carmen Soto entrevista de
Una religiosa de Salamanca alza la voz el 8-M para pedir una Iglesia menos machista

Una religiosa de Salamanca alza la voz el 8-M para pedir una Iglesia menos machista

Carmen Soto reivindica el papel de las monjas y denuncia que la pobreza tiene nombre femenino

Miércoles, 6 de marzo 2019, 19:04

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En el contexto del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la religiosa de la congregación de las Siervas de San José Carmen Soto Varela, afincada en el piso de la congregación en el barrio de Buenos Aires, reivindicó la labor de las monjas y el papel de las mujeres en el ámbito de la Iglesia, a través del artículo ‘8M, desafío y compromiso’. Soto llegó a Salamanca en el mes de septiembre y es licenciada en Historia Contemporánea y Teología.

La religiosa reivindica el papel de las monjas “invisible” ante los medios y con frecuencia “cargado de estereotipos que apenas responden a lo que somos ni lo que estamos haciendo”. En el artículo, eleva la voz para pedir la “equidad y la dignidad” de la mujer en la sociedad pero también dentro de la Iglesia. “Deseamos que deje de ser una institución patriarcal y a veces machista y podamos sentirnos hermanas de nuestros hermanos en la fe, ofreciendo en igualdad nuestra palabra y nuestros dones”, reflexiona sobre la controversia del papel de la mujer. “A nivel institucional — reflexiona en declaraciones a este periódico—, el techo de cristal en la Iglesia es muy alto y las mujeres tenemos poca palabra tal y como recuerda el Papa Francisco”.

Soto Varela asegura que el 8 de marzo es un “desafío” tanto para las religiosas como para muchas otras mujeres que experimentan “los muros invisibles que la cultura patriarcal ha levantado a lo largo de los siglos”. Por ello, como parte de la congregación de las Siervas de San José denuncia las desigualdades, la violencia y los abusos especialmente sobre las mujeres más pobres “que sufren el doble peso de ser mujeres y pobres”. En esta línea, denuncia como sufren mayor precariedad laboral debido a que son las responsables de asumir los cuidados o “las dobles jornadas para sacar adelante la familia muchas veces rota, impotentes ante la justicia y el desamparo”. “La pobreza sigue teniendo nombre femenino”, incide.

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