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Alejandro Cerezal
Viernes, 30 de agosto 2024, 12:35
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«Cuando llega el calor los chicos se enamoran» cantaban Sonia y Selena en 2001. Pero no solo los chicos, hombres y mujeres de todas las edades son atravesados por las flechas de Cupido cada verano. Para algunos puede ser la primera toma de contacto con las relaciones sentimentales, mientras que otros redescubren la vida en pareja. Sin embargo, ¿qué hace que nos enamoremos en estos meses del año? ¿Por qué son tan intensas y fugaces estas relaciones?
La explicación se encuentra en los factores y condiciones que reúne la época estival, tal y como apunta José Ramón Alonso, catedrático de la Universidad de Salamanca,experto en neurociencia y autor de «El cerebro enamorado». «El verano es un tiempo en el que estamos más relajados, y hay cosas que operan a nuestro favor. Mayor tranquilidad, la temperatura, el ambiente, los colores... todo eso influye en nuestro cerebro y hace que estemos más abiertos a nuevas experiencias, entre ellas la del amor», comentaba el catedrático.
Además, salir de la rutina y un ambiente renovado son dos cuestiones que también entran en juego. «Incluso el aburrimiento ayuda. Cuando tenemos tiempo libre, estamos más abiertos a explorar o a buscar nuevas experiencias. También a veces estamos en un sitio distinto o influencias como la música, la naturaleza o la sensación de relajación nos facilitan que podamos explorar una relación amorosa».
La conjunción de factores hacen que sea un momento propicio para experimentar el amor, pero el enamoramiento que se produce es igual de real que el resto del año. «Otra cosa es que luego nos toque volver a la realidad habitual», explica José Ramón Alonso. «Cuestiones como la distancia hacen que sean amores, en muchos casos, fugaces, aunque no tienen porqué serlo. Igual que en una amistad no nos lo planteamos, nadie se enamora con una voluntad de que dure un tiempo limitado. Al contrario, siempre tiene esa voluntad de permanencia».
Por otra parte, no solo actúan los factores ambientales del verano, sino que nuestro cerebro está predispuesto a que surjan relaciones sentimentales, independientemente de la estación en la que nos encontremos. «Formamos familias, tenemos hijos y para eso tiene que haber unos procesos de atracción, de emparejamiento y de relación. Nuestro cerebro nos ayuda en ese proceso para la perpetuación de la especie».
El enamoramiento consta también de varias etapas en las que aparecen distintas sustancias de por medio. «Hay unos cambios químicos que se producen en distintas fases. La primera es la atracción, que se dan hormonas como la testosterona. Luego interviene la dopamina y se ha visto que la corteza frontal, que es la parte del cerebro que está detrás de la frente e interviene en el juicio crítico, se apaga. Probablemente sea eso lo que nos hace más valientes o que no veamos los riesgos, que tengamos menos miedo al ridículo», apunta el también exrector.
Estos mecanismos intervienen a la hora de comenzar una nueva relación. «En cierta manera, nos facilita esos primeros avances. Si la relación va adelante, en las relaciones sexuales se produce oxitocina, que se considera la hormona del vínculo, y de la misma manera se va a producir también entre la madre y el bebé. Lo que hace es llegar a esa etapa del amor tranquilo, ya no de la fase pasional que son los inicios, sino esa fase de estabilización y de tener un proyecto conjunto».
Aunque estas ilusiones se asocian a la juventud y a las primeras experiencias, personas de todas las edades pueden vivir un amor de verano. «Lo vemos muchas veces cuando nos cuentan de residencias de tercera edad cómo surgen nuevas parejas. El amor es un proceso que aparece a todas las edades. Sí que es cierto que en la adolescencia o en la juventud estamos en esa fase de primeras relaciones intensas », refiere José Ramón Alonso. «Pero hay a todas las edades. La gente que se reencuentra en el pueblo en verano, a lo mejor hacía veinte años que no se ven y comienzan una relación. No hay barreras».
El verano llega a su fin, pero siempre quedará la esperanza de retomar esos amores de verano el año que viene. «Todos tenemos perfiles de qué tipo de persona nos atrae. Aunque evoluciona con el tiempo, eso es bastante estable. Puedes encontrar a una persona que encaja en ese patrón y te vuelve a atraer, aunque haya pasado tiempo sin que hayáis tenido un contacto», finaliza diciendo el experto en neurobiología.
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