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El relojero Emilio Corona junto a la maquinaria de uno de los relojes de torre más antiguos de España, en San Martín. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: MANUEL LAYA

El reloj salmantino que lleva seis siglos contando cada segundo: «Tiene más años que Matusalén»

La parroquia salmantina de San Martín alberga uno de los relojes de torre más antiguos de España, que data del S. XV y se encargó a los mismos profesionales que el histórico cronógrafo de la Catedral

María Regadera

Salamanca

Domingo, 6 de octubre 2024, 07:00

Un recoveco diminuto revestido en piedra, en la parte superior de la parroquia salmantina de San Martín, alberga una joya de la relojería española que data del S. XV y que ha contabilizado desde las paredes de esta iglesia cada segundo durante seis siglos. Su párroco, Antonio Matilla, junto al relojero salmantino que vela por su mantenimiento, Emilio Corona, atienden a este medio. LA GACETA ha podido acceder a 'las tripas' de esta maquinaria y conocer su apasionante historia, un reloj al que Matilla tiene que dar cuerda cada 36 horas para evitar que su actividad cese.

«Este reloj tiene más años que Matusalén, data aproximadamente del año 1.400 y fue encargado a una empresa del Norte de España, la misma a la que se le encomendó fabricar un modelo más complejo -con tres carretes- y más caro para la Catedral. Ambos relojes se instalaron a la vez. En aquel momento no había un edificio que hiciese las veces de Ayuntamiento, por lo que desde este reloj se daban los toques de queda, los avisos de incendio o la señal de duelo a los vecinos», explica el relojero. Cabe destacar que ambos relojes, el de la Catedral -que se puede visitar en Ieronimus- y el de San Martín, según investigadores, fueron dos de los primeros relojes de torre que hubo en España.

Pero la historia de esta prodigiosa máquina es muy extensa. Según el párroco y el relojero, hubo un tiempo en el que el reloj fue retirado de la parroquia y destinado a otros fines. «Mucho antes de que se construyese la estructura de la Plaza Mayor, se creó un pequeño Ayuntamiento, con su espadaña, y el reloj de la parroquia fue trasladado allí. Cuando se tiró ese edificio para construir la Plaza como la conocemos hoy, pidieron un reloj francés nuevo y el originario de San Martín regresó al templo en el año 1.858. Está aquí desde entonces», afirma Corona.

El párroco de San Martín, Antonio Matilla, se encarga de dar cuerda a la maquinaria cada día para garantizar su funcionamiento: «La cuerda dura más o menos 50 horas, pero es conveniente darla cada 24 o cada 36 horas», reconoce. No obstante, la máquina también ha vivido momentos difíciles a lo largo de la historia, a pesar de que ahora se encuentra en hora: «El último gran arreglo que ha hecho Emilio a este reloj fue en el año 2018, aunque hace pequeños retoques periódicamente», explica el párroco. Por ello, el relojero responde: «La maquina ha tenido épocas en las que ha dejado de funcionar por falta de mantenimiento o porque ha permanecido oculta a los ojos», recalca.

Su funcionamiento: dos trenes y una rueda contadera

El funcionamiento del reloj no es excesivamente complejo, pero tiene sus peculiaridades. Según explica a este medio el relojero Emilio Corona, encargado actual de su mantenimiento, esta maquina tiene dos trenes: el tren de marcha -con su correspondiente carrete y cuerda- y el tren de sonería, para tocar las horas y las medias: «El reloj toca las horas y las medias gracias a una rueda contadera con muecas que se mueve cada segundo y que cuenta con un mecanismo que hace girar la ruleta. Está conectada a la cuerda que envuelve el tren de sonería, que se desenrolla por la acción de una pesa. La casa de relojeros que crearon los relojes eran muy listos», asegura. Asimismo, explica a este medio que la maquinaria del reloj de la Catedral, encargado en 1.400 a los mismos profesionales que el cronógrafo que alberga la parroquia de San Martín, era mucho más compleja.

«Hace poco tuve que arreglarla porque estaba por piezas y hoy en día se puede visitar en Ieronimus. A diferencia de la de San Martín, tiene tres trenes para contabilizar también los cuartos», afirma.

El párroco de San Martín vela por garantizar el funcionamiento del sistema: «Cuando la pesa llega al suelo, el reloj se para. Por ese motivo es importante dar cuerda a la maquinaria cada 24 o 36 horas como mucho», manifiesta.

Sin campana al exterior desde los años 40

Párroco y relojero lamentan el 'aislamiento' al que se encuentra sometido el reloj actualmente. El ruido que emite el reloj cada hora solo se escucha en el interior de la habitación al accionarse una pequeña campana de lata que el párroco compró en una tienda de antigüedades hace unos años y que conectó a la maquinaria de forma rudimentaria. Unas obras en el tejado sobre los años 40 eliminaron la conexión de las 'tripas' del reloj con las campanas de la iglesia. Antes de esta modificación, el sonido de las horas se escuchaba en los alrededores del templo.

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