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Salamanca
Miércoles, 2 de octubre 2024, 07:00
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uan Manuel de Prada Blanco (Baracaldo, Vizcaya, 8 de diciembre de 1970) es uno de los escritores más brillantes de España. Su estancia en Salamanca entre 1988 y 1998 le llevó a la literatura. Una vez licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca entendió que debía dar un giro a su vida para desarrollar su vocación de escritor. Primero en el ColegioMayor Hernán Cortés y después un piso de la calle Varillas se empezó a gestar el Premio Planeta logrado en 1997 por La tempestad. Este año ha publicado la primera entrega de Mil ojos esconde la noche, que lleva por título La ciudad sin luz, una obra inmensa en toda su extensión. A las 19:30 horas de esta tarde la presenta en la Casa de las Conchas.
¿Qué le inspira Salamanca?
—Salamanca fue el lugar donde estudié la carrera de Derecho, y por lo tanto está muy ligada al nacimiento de mi vocación literaria. Allí en Salamanca escribí mis cuatro primeros libros, entre ellos La Tempestad, que es la novela con la que gané el Premio Planeta y la que me animó a venirme a vivir a Madrid. Entonces, para mí volver a Salamanca es un recuerdo de muchas vivencias ligadas al nacimiento de mi vocación.
Regresa entonces este miércoles a su tierra con Mil ojos tiene la noche. La ciudad sin luz.
— Es una larga novela de 1.600 páginas, una novela de gran ambición que retrata la vida de los artistas y escritores españoles en el París de la Segunda Guerra Mundial, el París ocupado por los alemanes. París, que es una ciudad siempre atractiva desde el punto de vista literario, yo creo que es una ciudad todavía más atractiva y desde luego muy distinta al París del que tenemos noción en estos años. Lo que la novela nos ofrece es una visión bastante realista porque la novela se basa en documentación histórica, pero al mismo tiempo una visión muy esperpéntica de todo ese mundo del París ocupado. Nos vamos a poder asomar a las vidas de mil y un personajes, algunos muy conocidos, como Picasso, como Gregorio Marañón, como María Casares o como César González Ruano. También, otros menos conocidos, pero no menos interesantes como pintores o escritores. Es una novela coral en la línea de lo que fue Las máscaras del héroe, entronca mucho con ella.
El protagonista es un falangista con afán de notoriedad que busca manipular. Casi nada con la que está cayendo ahora en el país.
—Fernando Navales, que es el mismo narrador que en Las máscaras del héroe, es un falangista que ha formado parte del primer núcleo de falange y es un hombre que ha conocido a José Antonio Primo de Rivera. Después de la Guerra Civil se ve postergado a puestos subalternos y considera que ha sido injustamente tratado y por lo tanto rezuma resentimiento.
Le leía en una entrevista que había dejado de guiarse por las modas a la hora de escribir, ¿en qué piensa usted cuando se plantea escribir?
— Por una parte piensas en tu deber como escritor, de dar lo mejor de ti mismo, y luego, por qué no decirlo, pienso en la posteridad. Pienso que un escritor tiene que trabajar para perdurar y para que otras personas de otras generaciones venideras puedan disfrutar de su trabajo y olvidarse un poco de las modas, de las camarillas, de las imposiciones de nuestra época. Escribir aquello que crees que hay que escribir.
¿En qué momento se encuentra actualmente la profesión de escritor?
— Es un momento muy difícil. El escritor tiene una situación cada vez más complicada. La literatura ha dejado de ser un acontecimiento social, porque cada vez hay menos gente interesada en la literatura, y esto desgraciadamente pues hace que caigan las ventas de los libros, al menos de los libros literarios, no digo otro tipo de libros basura, de autoayuda, libros de youtubers, de presentadores y presentadoras de televisión y toda esta morralla. También porque la devastación educativa que estamos padeciendo está generando que las nuevas generaciones ya no tengan un trato íntimo con la literatura. Si a eso sumamos que el escritor ya no es una voz pública que se escuche porque la gente está entontecida por las luchas entre bandos políticos y por los loritos sistémicos que defienden a uno u otro bando en las radios, pues la voz del escritor es una voz cada vez más orillada.
Y con lo fácil que es publicar, ahora cualquiera es escritor.
—Esa es otra, claro. Eso es otra. Efectivamente hoy en día cualquiera se llama escritor. Esta sería la otra cara del problema, que mientras la literatura interesa cada vez a menos gente, cada vez hay más gente escribiendo supuesta literatura. Esto es un drama.
¿Cómo es la economía de un escritor?
—El escritor en España siempre ha tenido que vivir de sobresueldos o de otras actividades paralelas, colaboraciones en prensa, alguna conferencia que te sale... porque las ventas de libros muy difícilmente le permiten al escritor actualmente vivir de su trabajo. Las colaboraciones en prensa cada vez están peor remuneradas y las conferencias bien remuneradas las acaparan los escritores del régimen.
¿Cómo ve la situación política del país?
—Calamitosa, en un proceso de deterioro constante. Yo creo que vivimos en un régimen político absolutamente agotado que ya no podrá tener una reversión. Lo que pasa es que no sé cómo acabará, no sé si acabarán bien, si acabará malamente, si acabarán de forma pacífica, si acabarán de forma violenta, pero yo creo que vivimos en un fin de época. Es evidente que las oligarquías políticas van a tratar de mantenerlos sine die, pero yo creo que esto cada vez va a ser más complicado.
Los jóvenes además cada vez están más alejados de la política. ¿Les importa un bledo?
—No es que les interese un bledo la política, sino que han sido expulsados de la política. A las generaciones jóvenes se les obliga a vivir en un sitio donde los intereses de los grandes partidos quieren seguirse imponiendo, donde se está gobernando satisfaciendo intereses sectarios, porque para poder seguir instalados en la poltrona gobiernos cada vez más endebles necesitan satisfacer los intereses particulares que les puedan dar las mayorías.
Una pregunta que no será la primera vez que se la hacen, de las ideologías modernas ¿con cuál se identifica?
—Toda mi obra como publicista, como colaborador en prensa, precisamente trata de abrir los ojos a la gente frente a las ideologías modernas. Yo creo que las ideologías son un subproducto de la filosofía idealista que ha destrozado a los pueblos, que los ha enzarzado en banderías y que los ha conducido a la situación presente. Yo creo que hay que recuperar otras formas de política que tienen que ver más con la política tradicional, con la política antimoderna y por lo tanto contra las ideologías que nos están conduciendo a la bancarrota moral y material. La realidad es que mientras las oligarquías políticas mantienen su status quo, los españoles tienen que vivir en condiciones más difíciles, la jubilación se prolonga, los sueldos cada vez tienen menos capacidades adquisitivas, los precios de los productos básicos se encarecen y entre tanto, pues hay gobernantes que dicen que no pueden detener la subida de la luz o del aceite, pero en cambio pueden detener el cambio climático. Y hay gente que se lo cree. Hay gente que se piensa que por tener un patinete o por vivir en un cuchitril va a salvar el planeta.
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