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Viernes, 1 de mayo 2020, 22:53
Sus productos crecen de manera natural y les indigna que en ocasiones los consumidores se dejan llevar por la estética en vez de por el sabor. “Nosotros realizamos una agricultura sostenible. No vendemos tomates en enero”. Félix Moral y su mujer Rosa Sánchez forman parte de una tercera generación de hortelanos, una labor que continúan realizando tal y como comenzó su familia años atrás, salvando los avances tecnológicos, y que estos días los salmantinos agradecen más que nunca.
Y es que además de la clientela que ya tenían ahora son muchos más los clientes que valoran su trabajo y el hecho de que, a pesar de la crisis sanitaria por el coronavirus, la Huerta de Salamanca le siga llevando las hortalizas y verduras frescas a la puerta de casa. “Hemos triplicado las ventas a domicilio. Nosotros trabajamos un 50% con hostelería, que eso quedó paralizado al inicio de la crisis sanitaria; y un 50% con particulares. Y la verdad que ahora tenemos más pedidos que nunca, sobre todo mucha gente mayor que nos llama por teléfono por miedo a salir a la calle”, comenta Rosa Sánchez.
Para que todos ellos se sientan tranquilos, estos profesionales han adoptado desde el principio una medida estricta que por suerte todo el mundo ha cumplido. “No vemos a los clientes. Dejamos el pedido en la puerta y la verdad que no ha habido nadie que se lo haya saltado y es de agradecer. Nos sentimos muy valorados”, comenta.
Una gratitud que espera que poco a poco vaya calando en la sociedad. “Nosotros preparamos la tierra en el terreno que tenemos en Babilafuente, plantamos la semilla, la regamos, esperamos que crezca, la cuidamos, la cortamos y la entregamos. Hacemos todo el proceso, de una forma completamente natural y es duro”. Por eso, si hay algo que reconforta a este equipo de profesionales es ver a sus clientes satisfechos. “Tenemos una clientela muy específica, que se preocupa por su alimentación y esperamos mantenerla cuando pase toda esta situación”, concluye.
Eduardo Pérez tiene 58 años y lleva más de 40 haciendo lo que mejor sabe, limpiar pescado. Actualmente lo vende en el Mercado Central, un puesto familiar que heredó de sus padres y del que decidió hacerse cargo tras la jubilación de sus hermanos. Por eso, cuando empezó la crisis sanitaria del coronavirus no dudó en coger el toro por los cuernos y ponerse a trabajar para evitar una catástrofe económica.
“Mis clientas no son clientas, son amigas. Después de tantos años me cuentan cosas, nos paramos por la calle... y de muchas tenía el teléfono. Cogí el listado y me puse a llamarlas una a una para decirlas que seguíamos trabajando. Luego vi que la gente tenía miedo a salir de casa y decidí llevar los pedidos a domicilio”, cuenta.
De esta forma Eduardo ha encontrado la fórmula no solo de cuidar a su clientela sino de conseguir nuevos compradores. “Entre compañeros nos arreglamos y lo mismo el carnicero me pasa a mi un contacto que yo le ofrezco a una de mi clientas la fruta de otro puesto de aquí del Mercado Central. De hecho si uno de nosotros ya vamos a una casa llevamos el pedido de los otros. No nos importa”, apunta.
Pero estas semanas no han sido un camino de rosas para el pescadero y conseguir una cierta estabilidad no ha sido sencillo. “Al principio lo pasé mal. El primer día todo el mundo comentaba lo bien que estaba en casa y a mí solo se me pasaba por la cabeza que tenía que trabajar porque tengo dos empleados y cerrar suponía 5.000 euros de pérdidas y no obtener ningún ingreso. Al final lo hablamos los tres, nos hicimos terapia los unos a los otros, y decidimos tirar para adelante”. Por eso decidió apuntarse en varias páginas institucionales en las que recogen los comercios que reparten a domicilio y ahora todo ese esfuerzo ha merecido la pena. “Dentro de los autónomos ves alrededor tanto desierto que yo me considero un privilegiado”, sentencia el comerciante.
No obstante, trabaja con consciencia y sabiendo que aunque salir a trabajar a día de hoy es “un lujo” también corre su “riesgo”. “Por eso entiendo que haya gente que recibe el encargo como quien está en su cápsula espacial y no quiere contacto con el exterior, aunque también hay otra, sobre todo la gente mayor, que salen a recibirte como si de una visita se tratase”. Solo por eso Eduardo Pérez continuará hasta el final de esta pandemia llevando el mejor pescado a cada hogar.
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