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González de Cardedal recibe el Nobel de Teología de manos del Papa.
Olegario González de Cardedal: “Con la muerte de Benedicto XVI pierdo un amigo auténtico”

Olegario González de Cardedal: “Con la muerte de Benedicto XVI pierdo un amigo auténtico”

El ‘Nobel’ de Teología analiza la triple vertiente del fallecido como Papa, teólogo y amigo y recuerda su visita a Salamanca en 1989

Jueves, 5 de enero 2023, 10:10

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Mientras se ultiman los preparativos para el funeral por el papa emérito Benedicto XVI, el teólogo Olegario González de Cardedal analiza sus momentos compartidos, la relación epistolar y los recuerdos de aquella primera visita a Salamanca en 1989.

¿Le pilló por sorpresa la noticia del fallecimiento del papa emérito?

No. Ha sido un desencadenante final de algo que estaba previsto. La forma en la que la Santa Sede estaba transmitiendo la información hacía que fuera evidente que se estaba preparando para la noticia final.

¿Tuvo contacto con él en los últimos años?

Hemos mantenido un contacto epistolar continuo, ya que el acceso personal era difícil. Este fue el más frecuente ya que en Alemania y Roma la distancia con Salamanca era la que era. Sobre todo, nos comunicábamos por carta como amigos, teólogos y hombres de la Iglesia preocupados por la condición humana. Nuestro contacto epistolar era permanente. Yo le escribí un prólogo para su libro ‘El espíritu de la liturgia’. También en 1969 su libro ‘Introducción al cristianismo’ iba con un prólogo mío. La comunicación ha sido lenta, tranquila, serena, pero fidelísima y permanente desde el año 1968 hasta nuestros días. Eso fue sembrado a lo largo de los años por visitas y una semana de convivencia porque éramos miembros de la Comisión Teológica Internacional creada por Pablo VI. Eso, año tras año, hizo que nuestra amistad se incrementase.

Su último encuentro personal fue hace once años cuando le entregó el ‘Nobel’ de Teología que lleva el nombre de Ratzinger.

Tenía el nombre de Ratzinger pero lo concedía una comisión teológica que reconocía a una persona que había entregado su vida del todo a la Teología. El sentido al establecer el premio fue que, al igual que el Nobel, la Teología tuviera una significación, relieve y dignidad como tienen otras ciencias. Para mí fue un honor recibirlo en la primera convocatoria.

¿Cómo vivió ese momento con el amigo que le daba el premio en su condición de Papa?

Se veía la sonrisa en ambos rostros mirándonos a los ojos, como diciendo hemos convivido tantos años y nos reencontramos ahora en situaciones muy diversas: él como Papa y yo como cura de la frontera de Portugal. Ahí aparecía la verdad de lo que es una relación humana auténtica, una fe cristiana auténtica y un ministerio apostólico, de él como obispo de Roma y mía como cura de a pie y responsabilidades propias.

Cuando le dije que en Salamanca había dos catedrales, dos universidades y una Plaza Mayor que visitar, me dijo que lo primero era ver a mi madre y tomar un café con ella

En 1989 fue el principal culpable de que visite España ¿Cómo se gestó aquel viaje?

Yo dirigía los cursos de Teología de El Escorial, dependiente de la Universidad Complutense y en el año 1989 le invité como ponente. Él no había estado nunca en España y aceptó, tanto porque era yo el que le hacía la invitación, como porque era por un tema estrictamente teológico sobre Jesucristo. También por conocer un país y una cultura que no le eran familiares y que no habían pesado en su formación.

¿Qué anécdotas de aquel viaje recuerda que trasladen la personalidad del teólogo mucho antes de ser elegido Papa?

En ese curso organizamos qué ciudades visitar y era evidente que a Salamanca teníamos que venir. Cuando veníamos hacia aquí, a la altura de Peñaranda, me preguntó por el programa y yo le trasladé que en Salamanca había dos catedrales, dos universidades y una Plaza Mayor qué visitar. Entonces, me interrumpió y me dijo: “Lo primero que tenemos que hacer es ir a tu casa, ver a tu madre y tomar un café con ella”. Y así lo hicimos antes de continuar con el resto del viaje.

¿Qué supone la pérdida del papa emérito para usted?

Es la pérdida de un amigo, no ocasional, sino de una amistad de medio siglo con quien había compartido esas grandes preocupaciones, ideales y tareas que tienen la Iglesia y la cultura. Ser teólogo es una aventura heroica, admirable y muy gozosa. Eso nos había mantenido a los dos siempre juntos. Compartíamos las situaciones de la Teología con una inmensa cercanía. Porque, y eso sí es una novedad en la historia, Benedicto XVI aparte de ser Papa mantuvo su condición de teólogo. Eso sí, se cuido mucho de mantener ambas facetas diferenciadas. La palabra del teólogo era la de un teólogo particular, distinta a la del Papa. Distinguió perfectamente esos dos niveles. Respetaba la libertad del teólogo y mantenía la autoridad propia de la palabra del Papa.

¿Qué balance hace de Ratzinger como teólogo y Benedicto XVI como Papa?

El balance como teólogo es difícil de hacer porque está en sus 20 tomos de escritos. Él ha tratado los grandes temas de la Teología y depende de cada campo. Como todo Papa tiene la triple misión de padre, pastor y maestro. Cada uno acentuó aquella en convergencia con su propia idiosincrasia. Ratzinger acentuó la de maestro. No se puede hacer todo, ni tener de todo siempre a la vez. Llevó a cabo el trabajo teológico y la oración cristiana para la Iglesia. Trabajó mucho sobre la gran cuestión de nuestro mundo que no es realizar un tratado de Teología, sino como hablar de Dios en una Europa y en un mundo como el nuestro y en una crisis antropológica como la actual. Ese es el tono que orienta sus últimos libros, más allá de la inmediatez o de las crisis humanas y políticas.

Lo que menos anhelaba es ser Papa y a pesar de ello no desistió de su tarea teológica como se vio en su gran producción y las encíclicas

La renuncia del papa emérito supuso una novedad en la Iglesia en más de 800 años ¿Sorprendió al amigo?

Es una expresión de cómo en él prevalecía la conciencia de la misión más allá de su persona. Hay que recordar que a lo largo de su vida tiene una trayectoria, pero siempre a contrapelo de lo que quería hacer. Él quería permanecer como teólogo pero Pablo VI le rogó, pidió y suplicó que fuera arzobispo de Munich. Tras dudas, accedió a algo que no era su ilusión, sino ser catedrático de Teología. Es el primer corte respecto a su vida anterior. Posteriormente, fue a Roma porque Juan Pablo II le pidió que aceptara ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Estoy convencido de que había un pacto interno entre los dos de que estaría unos años, y al concluir su misión volvería a Alemania con su gran ilusión de escribir su gran libro de Jesús de Nazaret. En ese tiempo tuvo lugar el atentado al Papa y en esa situación nueva con el pontífice herido, se dio cuenta de que no podía abandonar al amigo e irse a Alemania. Luego, vino lo que vino. Lo que menos anhelaba es ser Papa, y a pesar de ello no desistió de su tarea teológica como se vio en su gran producción y las encíclicas.

A cada Papa se le recuerda con un sobrenombre o una significación especial, ¿cuál sería a su juicio la que merecería Benedicto XVI?

Yo lo resumiría como ‘Elogio y llanto por un Papa ilustrado’. Si se tiene en cuenta la Ilustración de 1870 con el famoso texto de Kant en Berlín se puede entender. Ratzinger fue un hombre ilustrado en el sentido nobilísimo del término. La Ilustración se vivió en la Iglesia con dos sentimientos: uno de aceptación y una de rechazo porque negaba parte de los dogmas cristianos. Benedicto XVI se ha preocupado del Evangelio, la Iglesia, la cultura, la sociedad y de los valores que están en juego. Por eso cuando ha estado en universidades y parlamentos como en Alemania o Inglaterra sus preocupaciones han sido: el hombre, su dignidad, sus derechos, futuros y amenazas. Eso es lo que ha mostrado cómo ilustrado y él ha aportado desde su propia perspectiva. Es un Papa ilustrado.

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