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Periquitos, hámsteres o boas, entre otros, forman parte del amplio grupo de animales “silvestres” susceptibles de estar incluidos en el listado positivo, es decir, en la lista que determina las especies que la gente podrá tener como compañía. Hasta el momento, la ‘Ley 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales’, aprobada el pasado 28 de marzo y que entrará en vigor el próximo 28 de septiembre, solo contempla como mascotas a perros, gatos, hurones y aves de cetrería y animales de acuarofilia y hay un plazo de hasta dos años para crear la lista con el resto de animales.
Pero entonces, ¿qué pasa con los animales “silvestres” que tiene ya la gente en casa si no se incluyen en la lista? Y, si se incluyen, ¿podrán cumplir con todos los requisitos exigidos para tenerlos legalmente?
Esta pregunta causa miedo e incertidumbre, tanto en los propietarios de tiendas de animales de Salamanca, que tampoco podrán seguir vendiéndolos, como en los propios dueños.
Óscar Bravo y Daniel Sánchez, propietarios de sendos negocios dedicados a la venta de animales, especialmente exóticos, advierten de que ya han recogido animales que previamente habían vendido por el temor de los dueños a la normativa.
“Gente asustada ya nos ha dejado sus animales. Y nosotros tenemos los medios adecuados para tenerlos, pero si la gente los lleva a las protectoras, donde tienen la obligación de recogerlos, se acabarán muriendo porque no tienen los medios”, declara Bravo. Igual que él, Sánchez reconoce haber recogido animales vendidos con apenas unos días de diferencia, “sobre todo pájaros”: “La ley contempla que no se pueden dejar en un balcón y la gente tiene miedo de que les multen si los ven ahí”.
Al igual que ellos, los dueños de mascotas exóticas temen que haya un abandono masivo. Sergio, dueño de numerosos animales de diferentes especies, señala directamente a la ley: “Hasta ahora rara vez se había abandonado a animales exóticos y cuando informaron de la nueva ley ya se advirtió de este problema”.
El joven, que desprende un auténtico cariño y fanatismo por sus mascotas, “busca la manera de tener todo legalmente para que no puedan quitarle a sus animales” si quedan excluidos del listado positivo. “Si me dicen que tengo que pagar lo que sea para tenerlos y tenerlos microchipados lo haré. Aunque hay especies en las que es imposible implantar el chip”. Lo que más teme Sergio es que “los requisen y luego no haya medios para tenerlos, ni las condiciones que les podemos dar nosotros”.
El joven salmantino tiene en su casa, además de la boa constrictor, una serpiente del maíz, una falsa coral, una serpiente ratonera de belleza asiática, varios conejos y un agaporni. Todos ellos, según reconoce “demuestran el cariño a su manera”. “Mis serpientes se quedan incluso dormida en mi mano cuando estamos en el sofá”, detalla.
Óscar Bravo considera que “de momento no ha bajado mucho el ritmo de venta” en su tienda: “Hasta ahora no lo hemos notado demasiado, fue más en el momento en el que se empezó a hablar de la ley”. De hecho, su tienda sigue adquiriendo nuevos ejemplares con normalidad y, cuando la ley entre en vigor, “ya verán”.
Peor situación enfrenta el negocio de Daniel Sánchez, que “ha bajado un 30 por ciento”. “Ya no vendo ningún animal porque la gente tiene miedo”. Tras 13 años con el establecimiento, manifiesta que “es la primera vez que no compra animales y solo los traerá por pedido”. Teniendo en cuenta la desalentadora situación que se les presenta, Daniel baraja cerrar. “La tienda se complementaba con el servicio de peluquería que ofrecemos, pero sobreviven porque se complementa. Con la ley nos están intentado erradicar”.
Ambos consideran la ley “sectaria” y que “al final castigará a aquello que quieren proteger”.
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