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Juan Valderrama reivindica la calidad literaria y musical de la copla narrando entre canción y canción detalles y anécdotas de sus grandes protagonistas.
ENTREVISTA

«Es el momento de hablar de la copla sin miedo: ese malditismo me pone mucho»

En 'Historias de la copla', el cantante Juan Valderrama reivindica con música y monólogos un género que vivió desde la cuna. Este viernes, llega al Liceo

Roberto Zamarbide

Salamanca

Viernes, 24 de octubre 2025, 06:00

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Estuvo a punto de estudiar Comunicación en Salamanca, pero una inoportuna juerga le abrió los ojos: allí había demasiada fiesta. Se graduó en Navarra y llegó a ejercer como periodista, su vocación, aunque acabó sucumbiendo a la llamada de las raíces. No es fácil ser hijo de dos mitos como Juanito Valderrama y Dolores Abril y dar la espalda a la música con la que nació y creció. Comunicador nato, inquieto y curioso, Juan Valderrama (Madrid, 1972) presenta hoy en el Liceo Historia de la copla, un homenaje al género en el que, entre canción y canción, desgrana vivencias de artistas míticos y espanta los prejuicios.

Presenta un espectáculo de copla que a su vez incluye vivencias personales. ¿Por qué se ha decidido a contarlas ahora?

—Porque con el tiempo me he ido dando cuenta de que esas experiencias con artistas que han sido historia de la música de este país, y otras que me contó mi padre, han ido adquiriendo valor. Y después de una carrera en la que he hecho otras cosas, ahora canto copla porque me da la gana y me da igual que me encasillen. Es un género y una época muy interesantes que han sido víctimas de muchos prejuicios.

¿Hasta cuándo va a haber que seguir reivindicando la copla?

—Toda la vida. Pero a mí ese malditismo me pone mucho, porque también lo sufrió el flamenco.

¿Cómo concibió el espectáculo?

—Es un cantólogo; un concierto ilustrado con palabra. El término me lo dio José Sacristán un día que vino a verme. Charlo con el público, y eso para mí es como un diván de psicólogo: participan, cantamos, nos emocionamos... Y visualmente, unas buenas luces ayudan mucho a contar una historia, mientras yo presento las vidas de los artistas y lo que pasó con la copla en este país.

Y habla de los compositores, a menudo no tan reconocidos.

—El espectáculo se iba a llamar Habitantes de la copla, porque durante un tiempo los intérpretes no eran autores de las canciones, como más tarde sí lo fueron cantantes como mi padre o Carlos Cano. Hablo de autores de copla como el maestro Solano, Quiroga, Ochaíta, Salvador Valverde o Rafael de León, por quien estoy luchando para que se le reconozca dentro de la Generación del 27. Lo que pasa es que Rafael de León no era de izquierdas, no daba el tipo intelectual del 27. Era marqués, era rico y se hizo más rico aún con sus letras. Y no dar el tipo es muy grave en ciertos ámbitos de la cultura. Creo que es momento de hablar de eso sin miedo, y por eso me meto en ese lodazal.

Usted subraya que la copla ya se oía en el Nueva York de los años 20 con Concha Piquer. De esto se habla mucho menos que del estigma político que le colgarían después.

—Aquellas zarzuelas y las primeras películas musicales de la Piquer, como El negro que tenía el alma blanca, influyeron mucho en el posterior desarrollo de Broadway. Pero llegó la guerra, y después el franquismo vio que lo podía utilizar en su beneficio. La copla hablaba de lo que se podía hablar entonces, y es que no todo el mundo en España se quiso exiliar. Me dicen: «Tu padre fue a cantarle a Franco». Fue porque no tenía más remedio. Si no iba, le ponían la etiqueta y le quitaban la licencia. Pero él nunca se aprovechó de su cercanía a los que mandaban. ¿Nunca? Pero se le tachó de facha. Y eso no era.

Usted impulsa una campaña para que la copla sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Si estuviera ahora mismo ante quienes deciden, ¿qué alegato haría?

—La copla se defiende sola. Les diría: «Siéntense, callen y escuchen». Les propondría a Diana Navarro, a Pasión Vega o a Miguel Poveda ir a cantarles un ratito. A ver si entonces nos dicen que no.

¿Qué artistas le gustan de la copla que se hace hoy?

—Más que artistas en concreto, me gustan quienes se acercan a la copla sin importarles un higo esos prejuicios. Y los que se atreven a experimentar, mezclando géneros llevados por su talento y de forma totalmente libre. Eso es vida nueva. Me gusta que versionen A tu vera en una campaña de publicidad, porque le da vigencia a la canción. Y me gusta ver cómo la figura de Lola Flores se ha convertido en icono de modernidad.

Además de sus espectáculos, siete discos y una película, no ha abandonado el periodismo. Durante años, colaboró en 'Herrera en la onda', en Onda Cero.

—Y tuve un programa en Radiolé que tenía mucha audiencia. Pero la radio es muy esclava, y con la vida que llevo no podía seguir.

¿Se ha imaginado alguna vez trabajando hoy de periodista?

—Es un mundo que me gusta mucho, pero el escenario también. Hay artistas que necesitan del aplauso del público, de esa recompensa inmediata. Yo soy muy amigo de José Luis Perales, quien, aparte del escenario, tiene una vida interior muy rica, y nunca le ha hecho falta actuar. Yo soy así: podría vivir haciendo otras cosas. No soy como era mi padre o Raphael, por ejemplo.

Confiese que sí le hubiera gustado ser Juanito Gómez.

—Muchísimo. Lo hubiera dado todo por hacer una pared con Juanito en el Bernabéu.

Hablando de fútbol, le oí un día a usted compararse de algún modo con Jordi Cruyff: un buen futbolista, pero que tenía el padre que tenía. ¿Cuánto le ha pesado en su carrera ser hijo de Juanito Valderrama?

—Ha pesado muchísimo y sigue pesando. Cuando tu padre ha sido algo único... Eso me retrajo hasta que, a los 29 años, le di una maqueta a mi padre para que me escuchara cantar. En mi carrera he tenido un estilo diferente al suyo. Pero en mi caso, hagas lo que hagas, nunca es suficiente. Si asumes eso, ya puedes ser feliz. Soy el hijo más comparado de todos los cantantes de este país.

De los conciertos interminables de Farina a por qué no entró en la 'Ponti'

Salamanca evoca muchos y buenos recuerdos a Juan Valderrama. «Era una de las plazas importantísimas a las que acompañaba a mis padres. El trío Valderrama-Abril-Farina vendía muchas entradas. Farina les decía: 'Es mi tierra, y tengo que cerrar yo'. Entonces el espectáculo duraba cuatro horas y media porque Farina no sabía irse. Mi padre se desesperaba».

Juanito Valderrama contaba que Farina cayó enfermo tras una actuación en Salamanca, con un frío helador, junto a la pareja y Perlita de Huelva. «Nunca se llegó a recuperar del todo. El día de su muerte, su última llamada antes de entrar en quirófano fue a mi padre: 'Le llamo para despedirme de usted. Ahora voy p'adentro y no sé si voy a salir'».

Salamanca volvió a aparecer en la biografía del joven Juan Valderrama en los 90, cuando vino con su padre para hacer el examen previo de Periodismo. «Salí la noche anterior, hice amigos, canté por los bares, me invitaron a todo y volví al hotel a las siete de la mañana. Tras hacer la prueba y camino de Sevilla, le dije a mi padre: 'Papá, si el primer día, que no conozco a nadie, me pasa esto, yo aquí no acabo la carrera ni loco'. Y estudié en la Universidad de Navarra».

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