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Un miembro del grupo sale de una fuente tras refrescarse.
Siesta de uno de los indigentes en pleno parque.

Mendigos bebiendo y bañándose en fuentes. La imagen que da la bienvenida a los que llegan en bus a Salamanca

El fin del estado de alarma ha supuesto el regreso de indigentes al parque situado frente a la renovada estación | Los vecinos advierten de las broncas constantes y piden más vigilancia

Lunes, 13 de julio 2020, 19:31

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La inseguridad y la mala imagen en el entorno de la estación de autobuses ha regresado con el fin del estado de alarma y la llegada del buen tiempo. La ambiciosa reforma integral de los jardines de la calle Villares, situados frente a la principal entrada a la terminal, con la instalación de juegos infantiles y aparatos biosaludables no ha disuadido a indigentes que se han hecho ‘dueños’ de los bancos y los espacios en una imagen que precisamente el Ayuntamiento pretendía disuadir con la intervención que realizó en las zonas verdes del barrio de San Bernardo y que sí consiguió el resultado en el cambio integral de la plaza Julián Sánchez ‘El Charro’.

El regreso a la actividad ha supuesto la vuelta de un grupo de indigentes de entre 3 y 6 miembros que actúan habitualmente con el mismo ‘modus operandi’ tal y como relatan los vecinos y ha podido comprobar este periódico: beben durante toda la tarde tras comprar cerveza en los establecimientos cercanos, se bañan en las fuentes y duermen en plena acera. El alto consumo de alcohol provoca que en ocasiones orinen en la vía pública y se originen broncas entre ellos y situaciones incómodas tanto para vecinos, visitantes que salen de la estación de autobuses como de los padres de los niños que juegan en el parque. ”Con lo que ha valido la reforma de la estación de autobuses y se encuentran esta estampa nada más salir”, lamenta un vecino del barrio de San Bernardo que quiere mantenerse en el anonimato.

La situación es más complicada a medida que se acerca el fin de semana ya que coincide con una mayor afluencia tanto de indigentes como usuarios de los parques. “La gente ni se acerca porque les tiene miedo”, lamentan. Por ello, los vecinos piden que los agentes tanto de la Policía Local —para retirar las bebidas ya que se incumple la normativa municipal que establece la prohibición de beber en la calle— como de la Policía Nacional que actúa cuando se encadenan las broncas. Aunque la actitud habitual que tienen es pacífica, el consumo de alcohol sirve de detonante para que se sucedan las broncas y peleas.

El alto consumo de alcohol a lo largo de todo el día suele derivar en peleas entre ellos y llamadas a la Policía

Tanto los agentes municipales como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han anunciado el refuerzo de la vigilancia en diversas ocasiones, situación que no ha resuelto la imagen de una zona renovada a la que aún no se ha logrado dar una solución. De hecho, los vecinos aseguran que cuando la Policía Local les ha retirado la bebida han cambiado de emplazamiento durante unos días, pero regresaban a la semana.

En un momento en el que los primeros visitantes comienzan a llegar a Salamanca a través del autobús también crece la preocupación entre los empresarios ante una estación de autobuses en la que se han invertido 4,2 millones de euros por parte de la Consejería de Fomento y el Ayuntamiento de Salamanca, pero en el que también han participado las empresas concesionarias. La zona de espera de los andenes se acristaló para aislarla de los humos y los ruidos de los vehículos, así como la instalación de controles de acceso e iluminación.

De hecho, la reforma además de mejorar la estación de autobuses también ha atraído nuevas empresas como un establecimiento de una conocida pizzería, así como un supermercado. Aunque los vigilantes de seguridad tratan de impedir la entrada de estas personas en la terminal, muchas veces resulta inevitable ya que se aprovechan de los cambios de guardia del personal o el fin de los servicios para entrar en los baños o pedir limosna a los viajeros. No obstante, esta práctica se ha reducido con el incremento de la videovigilancia y el cierre de las dársenas, aunque no ha impedido que los gamberros sigan actuando sobre todo en las zonas donde las cámaras no llegan para no invadir la intimidad de los viajeros, como ocurre en los baños.

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