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Nadie está preparado para dar el último adiós a un familiar querido, pero este viernes los salmantinos trasformaron las lágrimas en flores y sus deseos en besos al cielo. Ríos de gente inundaron los cementerios de la capital -tanto el de San Carlos Borromeo como el de la Virgen de la Salud de Tejares- en el Día de Todos los Santos. Los rostros afligidos y las lágrimas de dolor tras las gafas de sol reafirmaron que la herida del corazón todavía perdura, pero los salmantinos demostraron que siguen al lado de los suyos en un día tan señalado.
La salmantina Carmen Vicente acudió al cementerio para limpiar la tumba de su familia acompañada de su primo. Recordó a su padre, fallecido a los 61 años y víctima de «una de las peores enfermedades que existen»: «Murió de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y en ese momento la medicina no estaba tan avanzada, por lo que le costó mucho tener un diagnóstico. Tuvo muchos dolores y se fue en un abrir y cerrar de ojos», mencionó nostálgica. Junto a ello, aseguró que viene cada año a honrar su memoria pero que, en esta ocasión, notó menos afluencia de gente que durante los pasados años: «Cada vez hay menos tradición, se mantiene entre la gente mayor, pero a la gente joven le cuesta».
Las hermanas Begoña y Mariluz Barrios Benito mimaban con cariño los detalles de la sepultura de su familia en el cementerio salmantino de San Carlos Borromeo. Este año su madre no pudo acompañarlas, pero ellas se mantuvieron fieles a la cita en el Día de Todos los Santos, una fecha que cobra un significado especial: «Aquí está mi papá, mis tíos y el abuelo. Venimos casi todos los meses con mi madre y cada año en este día hacemos pequeños retoques, la limpiamos y la llenamos de flores», aseguró Begoña. Junto a ello, habló con cariño de su padre, fallecido hace doce años: «Mi padre comenzó con una fiebre y no lo pudo superar, pero es muy importante mantenerles vivos en el recuerdo. Mi madre cuando viene a verle le habla como si estuviera vivo, le tira besos, le cuenta cosas y me parece un gesto muy bonito que a ella le ayuda a sanar», manifestó. Ambas hermanas aseguraron también que percibieron una menor afluencia de gente en comparación con años anteriores, tanto dentro del cementerio como en las calles aledañas, donde no se notó la escasez de aparcamientos de la que los salmantinos se quejaban otros años.
No obstante, es una realidad el hecho de que, en días anteriores, muchos ya se acercaron para adecentar las tumbas y que las sepulturas lucieran relucientes con sus flores evitó que se dieran grandes aglomeraciones, siendo algo que también se notó en los accesos. Asimismo, en la entrada al cementerio San Carlos, un puesto de churros y otro de rosquillas de anís endulzaron los paladares de muchos salmantinos que no dudaron en adquirir estos productos para conmemorar el festivo.
Entre la gente que acudió a recordar a sus familiares a los cementerios, la presencia de niños y jóvenes dejaron una leve esperanza de que la del Día de Todos los Santos puede llegar a ser una tradición imperdible. Este fue el caso de la familia salmantina Del Valle, que acudió casi al completo. Hasta tres generaciones se reunieron ayer para visitar las tumbas de todos los familiares difuntos a los que recuerdan con cariño y admiración. Asimismo, entre los presentes se encontraban varios niños y jóvenes adolescentes. «Tenemos la bonita costumbre de acompañar a nuestros familiares fallecidos con frecuencia. Venimos aquí en cumpleaños, en el día del Cabo de año, en el Día de la Madre y en otras fechas», explicaron.
Al igual que ellos, centenares de salmantinos recordaron ayer miles de momentos vividos, depositaron flores y rogaron con fe a Dios por el eterno descanso de las almas de sus familiares difuntos.
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