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La Gaceta
Viernes, 23 de febrero 2024, 21:13
Durante toda su carrera, Todd Haynes (Los Ángeles, 1961) ha mostrado la represión que muchas veces se oculta tras las apariencias, en concreto en la clase media norteamericana. Después de obras maestras como Lejos del cielo (2002) o Carol (2015), va un paso más allá en Secretos de un escándalo. Candidata al Oscar a Mejor Guión Original (lo firman Samy Burch y Alex Mechanik), se inspira en la historia real de Mary Kay Letourneau, una profesora de instituto de EEUU que a mediados de los 90 mantuvo una relación con un alumno. Ella tenía 36 años; él, 13. La detuvieron, juzgaron y encarcelaron por violación. Cuando quedó libre, siete años después, se casaron. «Me interesaba contar cómo una familia ha levantado unos muros para protegerse del mundo», contaba Haynes en una entrevista con RTVE. ¿Qué podría hacer que esos muros se tambaleasen? El director de I'm not there inserta un elemento discordante: el rodaje de una película sobre el caso. En la trama, han transcurrido dos décadas, tienen varios hijos a punto de graduarse y la prensa sensacionalista ya los ha dejado tranquilos. Pero cuando la protagonista de ese nuevo filme los visita para documentarse, sus preguntas incómodas reabren heridas. Secretos de un escándalo se estrena este fin de semana en Van Dyck.
La gran baza de este título reside en sus dos actrices principales, ambas ganadoras del Oscar: Julianne Moore por Siempre Alice y Natalie Portman por Cisne negro. La primera encarna a la maestra, ahora ama de casa. La segunda, a esa actriz algo altiva que se presenta allí y empieza a importunar, aunque diga que solo quiere entender mejor su papel. Lo cierto es que el matrimonio se ha sostenido en la negación: nunca hablan del tema. Por ello, al recordar el pasado pero con una óptica madura, el marido empieza a replantearse su relación, incluso la noción misma de consentimiento. Entre las dos mujeres se establece un tira y afloja, un juego de gato y ratón que mide sus fuerzas, sus egos y su vanidad (de ahí que la comparen con Persona, de Bergman). Haynes, consciente de que la trama resultaría propia de los telefilmes de sobremesa, juega con los géneros: se ríe del propio melodrama al exagerar su estética visual o al introducir toques de humor negro. Aunque detrás de todo hay una crítica a la cultura de los tabloides y la obsesión social por los casos reales, así como una mirada tensa sobre la identidad, la manipulación y las mentiras del amor romántico.
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