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Jueves, 7 de abril 2022, 18:25
La extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años dio lugar en la Península Ibérica a dos áreas diferenciadas por sus faunas: al noreste se desarrolló una con especies semejantes a las del resto de Europa, mientras que el noroeste pareció quedar aislado y en él vivió un complejo faunístico particular durante muchos millones de años. Los yacimientos que representan a esta área noroccidental se encuentran bien representados en las cuencas cenozoicas de Oviedo, Miranda-Treviño y, particularmente, en la Cuenca del Duero.
Durante los años 80 y 90, el recientemente desaparecido profesor de la Universidad de Salamanca Emiliano Jiménez Fuentes desarrolló una intensa actividad paleontológica que tuvo como resultado múltiples hallazgos de yacimientos en las provincias de Salamanca, Zamora y Soria con los que se creó la “Colección de Vertebrados Fósiles de la Cuenca del Duero – Sala de las Tortugas”, de la Universidad de Salamanca, todo un referente del Eoceno ibérico. Ahora, el investigador del Estudio salmantino Francisco Ortega, junto a otros miembros del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED e investigadores del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca y de la Universidad Autónoma de Madrid, ha publicado en la revista “Historical Biology” una revisión y actualización del conocimiento existente sobre los yacimientos clásicos del Eoceno de Salamanca, como los de Cabrerizos o Aldealengua; de Zamora (Corrales del Vino o Casaseca de Campeán); y de Soria (fundamentalmente Mazaterón). Además, se han revisado las determinaciones de miles de ejemplares depositados en la Universidad de Salamanca, para ajustar, en una primera aproximación, la fauna de reptiles que habitaron el actual noroeste ibérico hace 45 millones de años.
“Lo curioso de Salamanca y Zamora, que también se ha visto en algunos yacimientos de Alemania, es que en aquella época existieron cuatro grupos de cocodrilos conviviendo a la vez”, destaca Santiago Martín y explica: “Había dos tipos de cocodrilos terrestres, uno era pequeño, de entre 1 y 1,5 metros, y otro grande, de casi 3 metros de largo y dientes de 8 centímetros. La depredación entre ellos era diferente y no había competencia. Además había cocodrilos acuáticos, uno de ellos similar a los que existen en el Nilo, aunque el que más abundaba era el diplocidomon”.
“Los cocodrilos terrestres grandes tuvieron un aspecto brutal, como los dinosaurios”, apunta el científico y añade que se alimentaban de tortugas grandes, de hasta 80 centímetros, y también mamíferos primitivos del grupo de los caballos (palaeotherium y perisodáctilos).
Toda esta información se ha extraído del estudio detallado de las más de 23.000 ejemplares inventariados que se conservan en la Sala de las Tortugas de la Facultad de Ciencias. Una gran colección aún por conocer en profundidad pues quedan entre 5.000 y 8.000 por analizar en detalle. Además, está pendiente la apertura al público de este espacio. En 2019 la sala se volvió a inaugurar tras un proyecto de musealización, pero en los últimos años ha vuelto a estar cerrada. Santiago Martín indica que la intención de la Universidad es poder reabrirla próximamente dentro del impulso que quiere dar a las diferentes colecciones científicas conservadas en las diversas facultades.
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