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Lunes, 4 de enero 2021, 11:38
Ha sido uno de los episodios más dolorosos de la historia de España. Desde la fundación de la banda terrorista ETA en el año 1959, en el seno de un grupo de estudiantes radicales, hasta su alto al fuego declarado el 20 de octubre de 2011 —hace nueve años—, el sanguinario grupo se ha cobrado la vida de 857 personas, según recoge la Fundación de Víctimas del Terrorismo. A todas esas vidas segadas por atentados perpetrados desde los comandos etarras, hay que añadir el amplío número de personas mutiladas, viudas, huérfanos y padres que perdieron a sus hijos y que se encuentran afiliados a la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Salamanca —un total de casi 50 familias—. En muchos de esos casos, los responsables no han cumplido condena. En otros, ni siquiera lo harán: Han preescrito. Desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Salamanca no disponen de los datos exactos, pero calculan que alrededor de una veintena de casos todavía no están resueltos.
Uno de estos últimos es el primer atentado terrorista cometido en Salamanca. La capital del Tormes no fue ajena a la barbarie y la destrucción de aquellos años. El asesinato que segó la vida del coronel Antonio Heredero en septiembre de 1992 ha preescrito y es uno de los que, casi 30 años después nadie está pagando por ello. La sanguinaria exdirigente Soledad Iparraguirre, “Anboto”, que desde un año que fue repatriada de Francia, se enfrenta al tercer juicio por su largo historial de crímenes. En ninguno de ellos se le juzgará por el asesinato del coronel Heredero, del que según, fuentes de la familia de la víctima es considerada autora.
Tres años después del estruendo de ese artefacto que le truncó la vida a Heredero, un nuevo explosivo volvió a retumbar en la capital. En esta ocasión, en la puerta de cuadrillas de la plaza de toros de La Glorieta. El capitán Juan José Aliste iba camino de su trabajo en el cuartel de Caballería Julián Sánchez “El Charro”, cuando una bomba-lapa colocada en su vehículo explotó. Tras permanecer mes y medio ingresado en el hospital, Aliste —fallecido el pasado 28 de junio—, perdió ambas piernas y se convirtió en la voz de las víctimas del terrorismo etarra en la provincia.
A estos dos atentados en la capital, hay que añadir más de una veintena de salmantinos asesinados en otros puntos de España. La mayoría de ellos eran agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sobre todo Guardias Civiles, que se encontraban en el País Vasco y Navarra. Este fue el caso de Esteban Sáez, asesinado en Tolosa. El crimen de este salmantino en el año 1979, se sumó a los, también agentes de la Benemérita, Luis Santos y Argimiro García, que fueron asesinados en Mondragón en el año 1974. Tan solo un año después, la banda terrorista segó la vida del teniente Domingo Sánchez.
Una de las víctimas salmantinas más jóvenes fue el Guardia Civil Ángel Pacheco, natural de Ciudad Rodrigo, que con tan solo 20 años fue asesinado a tiros por el comando Araba. Los etarras nunca fueron localizados.
Benito Arroyo Gutiérrez fue asesinado por un disparo en el pecho en 1979, tras 20 años destinado en el cuartel de Deba.
El cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián, Ramón Díaz fue la última víctima mortal salmantina, en enero de 2001.
La mayoría de los crímenes han quedado impunes y las víctimas de ETA han tenido que ver cómo los terroristas se asentaban en el Congreso, blanqueando el terrorismo.
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