23 marzo 2023
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Las capas charras, un exponente de lujo con nuevos clientes

Cada vez es más difícil de conseguir, tan solo subsisten un par de talleres y sastrerías que “no están dispuestos a dejarla morir”

26 ene 2023 / 16:19 H.
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Abrir el armario y divisar entre tus prendas una capa charra es poseer una joya. Propia o heredada, formará parte de ti y de tu historia toda la vida. En la era de la fast fashion y de la moda low cost, hay personas que siguen apostando por la calidad y la profesionalidad que ofrecen artesanos, sastres y modistas, aunque ello requiera de un precio final más elevado.

La capa charra sigue siendo el máximo exponente de la elegancia salmantina y un símbolo de distinción sin igual. “Por mucho que nos impongan las modas, hay prendas que no debemos dejar morir”, alardean orgullosos los pocos que trabajan con ellas en la ciudad actualmente. Lo que más sorprende a este periódico es el perfil de la persona que se interesa o adquiere el producto, entre los 25 y 30 años y con un nivel adquisitivo alto.

Paulino Rodríguez y su hermano han continuado con el negocio familiar, una sastrería que heredaron de su padre. En ella, entre otras prendas, venden capas charras. “No solo las compran personas mayores, eso es falso. El último encargo fue de un chico de escasos veinte años, el anterior de unos treinta y he tenido una chica de aproximadamente cuarenta. De dieciocho años suelen venir para las fiestas de los quintos que se celebran en los pueblos de la provincia”, reconoció Paulino.

Otro de los mitos que él desmiente es que su uso se reduzca al cliente varón: “Aunque haya realizado más encargos para hombres, las mujeres también compran capas y son muy elegantes para cualquier tipo de evento u ocasión”, recalcó. Además han enviado al extranjero en bastantes ocasiones: “Nos han hecho pedidos de América, de países de Europa, hemos enviado incluso a Rusia”. La esencia salmantina llega a todos los rincones del mundo, aunque sea en forma de paño.

Los colores más empleados son el negro y el azul marino. El terciopelo que suele elegir el cliente es de color rojo, verde o granate, según afirma Paulino. Cree firmemente en que la capa charra jamás va a desaparecer. “Es una cosa que no va a morir, es una prenda que va a estar ahí siempre, lo tengo clarísimo”, recalcó.

Ángela Hernández tiene un taller de costura en Salamanca, en el que fabrica capas, las repara y lleva a cabo encargos junto a su bordador de confianza José Antonio Arroyo con el que “va al fin del mundo”. Mientras que la idea del comprador se fragua y ellos trabajan en su taller pueden pasar de dos a tres meses. Quiso hacer hincapié en todo lo que hay detrás: “La gente a veces busca abaratar el producto y una capa señorial es aquella en la que pones un paño de verdad, cuando el bordado es a mano y el terciopelo es de algodón. El precio final lo refleja”, explicó Ángela, mientras asegura que “el cliente siempre tiene claro lo que busca”.

Normalmente, cuando realiza personalizaciones, el perfil es de una persona joven y de clase media alta: “Con 25 o 30 años ya tienes la cabeza amueblada. A la hora de mandar hacer una capa tienes que elegir con mucha conciencia”, afirmó la modista.

Sus palabras denotan una gran admiración hacia la prenda charra: “Es una obra de artesanía en la que se usan los mejores paños venidos de Béjar, bordados exquisitos, pasamanería y los broches en plata”, reconoció. Aun así es consciente de que tener esta prenda en el armario hoy en día es un privilegio y hacerla un capricho: “Quizás el que tenga dinero no lo vea así, pero el que no llega a fin de mes ni se lo plantea”, afirmó.

La modista sabe que se encuentran en un momento difícil para la industria textil y en especial para la capa: “La mayor parte de los talleres que quedaban han cerrado, otros se han jubilado y nadie ha cogido el testigo. La gente se tiene que dar cuenta de lo que aportamos y nosotros creer en esto, sino vamos a desaparecer”, reconoció.

Miradas del ayer

La historia de la capa española se remonta a hace más de seis siglos. En los distintos puntos de España los sastres confeccionaron las capas teniendo en cuenta la climatología y las tendencias de la época en ese lugar y otras peculiaridades.

Estas variaciones han perdurado en el tiempo. Béjar fue el distribuidor principal de paño para las capas de toda España. Allí se esquilaban los rebaños, se lavaban las lanas, se preparaban para tejer, se tintaban y se hilaban.

Posteriormente se produjo un declive en la industria de Béjar y muchas empresas se trasladaron a Cataluña. La capa charra se distingue de la Española por sus característicos bordados y pasamanerías.

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