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San Pablo en la Navidad de 1989 con los vehículos aparcados en la vía. ARCHIVO

La historia oculta de la calle San Pablo

La céntrica calle conserva una imagen muy similar a la de las fotos en blanco y negro con las fachadas de los señoriales palacios y edificios de finales del siglo XIX

Domingo, 11 de octubre 2020, 18:55

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Es una de las vías más céntricas, transitadas y señoriales, escoltada por numerosos palacios, parques y con una panorámica privilegiada del Convento de San Esteban. La calle San Pablo conserva una imagen muy similar a la de las fotos en blanco y negro con esas bellas fachadas realizadas con vigas de hierro fundido, testigos de un tiempo en el que el hierro era sinónimo de modernidad y progreso. Los edificios que rodean la pequeña plazuela que da inicio a la calle son una buena muestra de la arquitectura realizada en la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX con plantas bajas dedicadas a locales comerciales que con el paso del tiempo han pasado a transformarse en restaurantes y tiendas de productos típicos, orientados al turismo. Al inicio de la calle aún se conserva el edificio proyectado en 1932 por el arquitecto Ricardo Pérez para José Cordón, conocido joyero salmantino que tenía la tienda en la parte baja del edificio. También se mantiene el edificio situado en la esquina entre San Pablo y la calle Sánchez Barbero, no así el inmediato donde se ubicaba el almacén de tejidos ‘El León de Oro’, sustituido por un nuevo inmueble. Unos metros más abajo, el segundo edificio de la derecha en la calle San Pablo acoge uno de los negocios familiares con más solera de la ciudad, la tienda de muebles de la familia Huebra. Su origen se remonta al año 1836, cuando Rafael González de la Huebra puso en marcha en este lugar un negocio de quincalla que más tarde su hijo Luis convirtió en ‘Los Grandes Almacenes Novedades’, donde también había hueco para muebles, lámparas y todo tipo de productos que fuesen signo de modernidad.

Pasado el palacio de La Salina, Cristóbal Colón alza su mirada sobre la calle San Pablo en la plaza a la que da nombre. Este espacio, tal y como hoy se presenta, empezó a configurarse a finales del siglo XIX. Hasta mediados de ese siglo su parte baja estaba ocupada por una de las parroquias más bellas de la ciudad, la de San Adrián, desaparecida a mediados de siglo para permitir el paso de la carretera de Villacastín a Vigo. Cabe recordar que la calle San Pablo, junto con la calle Zamora y parte del paseo San Gregorio, son tramos urbanos de la Vía de la Plata.

En la parte alta de la plaza de Colón se encontraba el colegio de clérigos menores de San Carlos Borromeo que fue derruido en 1841 por el Ayuntamiento porque, ya abandonado por la comunidad, eran ruinas que acogían a maleantes. Al desaparecer ambos edificios, el solar pasó a denominarse plaza de la Yerba, según el mapa publicado por Coello en 1858. Era un plaza con el suelo de tierra apisonada, con escombros y basuras, en ocasiones utilizado por el Ayuntamiento para montar las casetas de las Ferias de septiembre y en el que incluso llegó a haber un gran barracón de madera en el que se organizaban espectáculos y bailes populares.

La Caja de Ahorros solicitó que se les cediese el centro de la plaza para edificar allí su sede y cuando estaban a punto de conseguirlo, los ediles del Consistorio se decantaron por situar en la plaza en monumento a Colón ante la proximidad del IV Centenario del Descubrimiento de América. una imagen que se inauguró en 1893. El aspecto de la plaza actual es muy similar a la del pasado, pero se ha perdido la panorámica de la Catedral Nueva por la frondosa vegetación y la altura de los edificios que se construyeron en Palominos.

Frente al antiguo palacio de Castellanos, ahora reconvertido en hotel, se alza la plaza del Concilio de Trento y el convento de San Esteban, un lugar cargado de historia que conoció las predicaciones de San Vicente Ferrer, acogió y apoyó a Cristóbal Colón, oyó las confesiones de Santa Teresa de Jesús y formó a teólogos como Francisco de Vitoria o Domingo de Soto. En el siglo XIX , con la ocupación de los franceses, se convirtió en cuartel y tras el deterioro es en 1861 cuando un grupo de intelectuales propone ubicar el Museo Provincial y restaurar una parte. Frente al convento que hoy es la plaza del Concilio de Trento, existía un antiguo vecindario que se extendía entre la calle San Pablo y el Arroyo de Santo Domingo, donde se ubicaba una antigua fábrica de cervezas. También la plaza, junto al Convento de las Dueñas, fue durante los primeros años del siglo XX uno de los lugares de estacionamiento de los autobuses de línea junto con la Plaza Mayor y el Mercado de San Juan, desde donde partían decenas de vehículos con emigrantes en busca de un futuro mejor.

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