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Jueves, 14 de noviembre 2024, 22:20
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Hace 25 años, Ridley Scott resucitó un género que llevaba bastante tiempo moribundo: el péplum, y más en concreto el cine de romanos. Aparte de amasar casi 500 millones de dólares en taquilla y de cosechar cinco Oscar (entre ellos Mejor Película y Mejor Actor para Russell Crowe), de inmediato se convirtió en un clásico de la cultura popular. Sus escenas de acción en la arena, su argumento en torno al amor y la venganza, su reparto en estado de gracia, sus frases icónicas («fuerza y honor»), la banda sonora de Hans Zimmer… Gladiator es una de las películas favoritas de varias generaciones, y nadie podía pensar que el director británico podría atreverse a rodar una secuela. Pero el autor de Alien ha demostrado sobradamente que nada le intimida. Ningún género se le resiste: ni la ciencia ficción (Blade Runner, Marte), ni la aventura histórica (1492, Napoleón), bélico (Black Hawk Derribado), drama, road movie, terror, comedia… Con Gladiator II, el veterano realizador (86 años ya) ha superado con creces las expectativas, hasta el punto de que las redes han dejado de preguntarse si era necesaria, y se han llenado de alabanzas. Protagonizada por tres estrellas como Paul Mescal (Aftersun), Denzel Washington (Training Day) y Pedro Pascal (The Last of Us), se estrena ya en Cines Van Dyck y Van Dyck Tormes.
Conviene no desvelar muchos detalles del argumento para que no pierda su factor sorpresa. Por contextualizar: la acción se sitúa 15 años después del desenlace de la original. Recordemos que el legendario gladiador Máximo -un general romano víctima de un complot que acabó con su familia y lo degradó al escalafón más bajo de la sociedad, la esclavitud- culminaba su venganza contra el emperador, pero moría en el intento. Ahora, el guión de David Scarpa (Todo el dinero del mundo) nos presenta a otro joven exiliado en África que también lo ha perdido todo y ya solo busca justicia. En los combates a vida o muerte encuentra la forma de canalizar su rabia, pero también un camino para devolverle a la decadente Roma (gobernada por dos tiranos, Geta y Caracalla) su gloria pasada. Más allá de la trama, el epicentro del filme son unas batallas que dejan con la boca abierta por su tono épico, su violencia sangrienta, su testosterona… y su tendencia al exceso: hay una pelea contra unos babuinos, otra contra un rinoceronte y hasta una naumaquia, un combate naval en el que el Coliseo se llena de agua (en la cual nadan tiburones). No, no le pidamos rigor histórico a Gladiator; tampoco a la primera. No consiste en eso, sino en un festín visual rabiosamente entretenido, con cierto lugar para la crítica (a esa sociedad distraída con el pan y circo) y con un plantel de personajes carismáticos. No solo los protagonistas, sino unos secundarios muy jugosos: regresa Connie Nielsen y se incorpora Joseph Quinn, el metalero de Stranger Things.
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