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Luis Miguel Quintana, terapeuta, junto a Iñaqui Cerezo, en la última fase. GUZÓN
El viaje balsámico a Galicia de Proyecto Hombre de Salamanca

El viaje balsámico a Galicia de Proyecto Hombre de Salamanca

Un terapeuta, que previamente fue adicto, y un residente, ya en la última fase, explican las claves de estos días

Viernes, 3 de septiembre 2021, 18:07

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Entonar Galicia en la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre es sinónimo de alegría. Los usuarios responden con el brillo en los ojos. Mucho más que unas vacaciones.

Desde que se creó en Salamanca, su presidente, Manuel Muiños, consideró como una parte esencial del tratamiento este viaje a sus orígenes. Primero, a casa de su familia, en Redondela, y este año debido a las medidas Covid en el Seminario de Tui. Cuarenta personas, entre ellos una treintena de usuarios que se encuentran en el camino para superar sus adicciones han pasado una semana allí.

Iñaqui Cerezo se encuentra en la última fase de la recuperación actualmente en el piso de Capuchinos donde tiene más autonomía. Recuerda su viaje a Galicia como un “antes y un después” en su recuperación. “Fueron mis primeras vacaciones sin consumo. Hasta entonces no sabía lo que era disfrutar sin necesidad de tener que recurrir a alguna sustancia o al alcohol”, reconoce. Enumera todas las islas que recorrió en su viaje: Cíes, Ons, el Castillo de Sotomayor... No se le olvida ningún pasaje. Pero, sobre todo recuerda la primera vez que se topaba con la amabilidad de la gente. “Era algo que no había sentido nunca. Por primera vez respiraba y disfrutaba de la playa sin sentir que la gente me mirara con etiquetas y respondiendo a todo con amabilidad”, recuerda Cerezo, consciente que su adicción desde muy joven a todo tipo de sustancias le había robado los momentos más ilusionantes de su vida. Tuvo una recaída que asumió por una “deshonestidad”. Lo explica: “Decía que había roto con el consumo, pero nunca me lo creí. Esta última vez casi me costó la vida. Me tuvieron que reanimar dos veces”.

La mirada de enfrente es la de la comprensión. Lo entiende perfectamente. Luis Miguel Quintana es terapeuta de Proyecto Hombre, pero durante mucho tiempo también fue adicto. “Tuve dos sobredosis que libré de casualidad”. Su adicción le empujó a entrar y salir de diferentes comunidades hasta que topó con Muiños en Salamanca. No quería que su sobrino y sus padres solo conocieran a una persona que entraba y salía de grupos. Físicamente y mentalmente ya no aguantaba: “Me daba igual morirme, que no morirme”. Su proceso tampoco fue sencillo. Ahora mira atrás y nunca se habría planteado estar del lado del terapeuta. “Sonaba el despertador y solo tenía ganas de consumir”. Tuvo momentos de crisis, pero también de oportunidades. Tras conseguir el alta, se distanció durante un año e inició el proceso de voluntariado. “Quería devolver algo de todo lo que me habían dado”. El miedo a los cambios siempre estaba presente. “Pasé de estar escondido por si había robado a alguien, a poder andar por la calle sin mirar hacia atrás. De una vida completamente vacía a una llena de satisfacción”, ilustra el ahora terapeuta que ilustra con su experiencia y profesionalidad los caminos hacia un mundo sin adicciones. “Soy un superviviente porque en mi época cayeron muchos”, reconoce mientras asume que todo su entorno lo habia convertido en “un infierno”. “Arruiné a mis padres dos veces y ahora no puedo vivir sin ellos y ellos sin mí. Todo ha cambiado”. Quintana forma parte de todos los últimos viajes. Recuerda el primero suyo. “Me abrieron las puertas de su casa gente que no me conocía. Nunca lo olvidaré”.

Conciertos, playa y ‘motivación’

La comunidad acaba de dejar las maletas tras una semana intensa. El Seminario de Tui les acogió con los brazos abiertos, disfrutaron de las noches culturales, las playas de Camposancos en Aguardia, la Catedral. “Ha sido un año más intenso que nunca porque el año pasado no pudimos hacerlo por la pandemia y aunque se ha echado de menos la cena en Redondela con los vecinos, ha vuelto a ser inolvidable”, reconoce Manuel Muiños. La terapeuta Esperanza Vázquez incorpora el “plus” de motivación que ha supuesto para los ‘chicos’ el viaje: “Ha sido un respiro y una oportunidad de motivación. Todos salen reforzados”, incide.

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