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Rocío Encinas junto a su marido haciendo una ruta de senderismo.
El testimonio de una salmantina a la que tardaron diez años en diagnosticar Esclerosis Múltiple

El testimonio de una salmantina a la que tardaron diez años en diagnosticar Esclerosis Múltiple

La salmantina Rocío Encinas empezó con parestesias en 2003, pero no fue hasta diez años después cuando le diagnosticaron Esclerosis Múltiple. “No sabía si pisaba en el suelo o no”

Lunes, 30 de mayo 2022, 12:56

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Rocío Encinas, salmantina y residente en El Cabaco, es una de las personas que han sido diagnosticadas con Esclerosis Múltiple. Todo comenzó en 2003 cuando su cuerpo sufrió las primeras parestesias en la planta del pie derecho. “Pensé que podía ser de una mala postura y lo dejé pasar”, comenta ella. Pero rápidamente esta se pasa a toda la pierna y parte de la cintura, y tras acudir por primera vez al médico de cabecera debido a este problema comienza a tomar relajantes musculares por si podía ser del estrés ocasionado en el trabajo. Tras hacerle la primera resonancia no ven nada extraño, pero eran unas parestesias que no le permitían ni poder conducir. “A veces no sabía si pisaba en el suelo o no, e incluso pensé que podía ser todo algo psicológico”, asegura Rocío Encinas.

No es hasta febrero de 2013, diez años después, cuando llega el diagnóstico definitivo. Unos meses antes se le queda dormida la cara casi por completo, y le derivan a dentistas para ver si podía ser de algún nervio, pero a su vez ellos le afirmaban que todo era un tema neurológico. Es entonces cuando Rocío decide acudir a Urgencias para “suplicar” que la vea un neurólogo. Después de otra resonancia le indican que tiene una enfermedad desmielinizante, en definitiva, Esclerosis Múltiple. “Entré en un estado de shock que me duró un año, sobre todo por las formas de darme el diagnóstico. Pensé es en verme en una silla de ruedas. No sabía que hacer, solo lloraba y lloraba. Creo que el diagnóstico debe ir acompañado de un psicólogo”, relata la salmantina.

Entré en un estado de shock que me duró un año. Me veía en una silla de ruedas. No sabía que hacer, solo lloraba y lloraba

Optó por no contar nada en el trabajo por miedo a que la despidiesen. Trabajaba de administrativa en una constructora salmantina y prefirió guardárselo todo para ella... y eso fue más estresante aún. “Tenía revisiones trimestrales con analíticas, pero como tenía un seguro privado aproveché para hacerme esas analíticas los sábados o a primera hora para no perder trabajo y que no se notara nada allí. Tuve que hacer encajes de bolillos, pero finalmente no me quedó otra que contarlo porque había días que no podía desempeñar todas las tareas y era algo insostenible”, argumenta antes de añadir que “no reaccionaron mal, el problema vino luego en 2018 cuando tuvo lugar un brote terrible”. Se vio obligada a solicitar la baja por problemas de la enfermedad. Decidió pedir una minusvalía en ese momento, pero solo le dieron un 24%, estando el mínimo en un 33%. Al cabo de un tiempo vuelve a recurrir a esta ayuda pero con todos los informes de los psicólogos, neurólogos, reumatólogos y médicos de cabecera que le habían visto durante todos estos años. Llegó una carta que le indicaba que le iban a revisar la minusvalía y finalmente le conceden el 41%. En su trabajo el problema llega tras la baja. En plena pandemia le comunican que ya habían encontrado una persona en su puesto y llegó a un acuerdo económico con la empresa para abandonarla. “Vi el cielo abierto, era una carga de trabajo que no podía sostener”, comenta.

Rocío Encinas tiene dos ángeles de la guarda: su neuróloga Yasmina Berdei y su marido, que llegó a su vida tras la enfermedad

Ángeles de la guarda. La neuróloga Yasmina Berdei apareció en su vida después de 10 años de esperas. “Me salté todos los protocolos para llegar donde ella porque era lo único que quería. Le pedí disculpas al encontrarme cara a cara con ella en su consulta pero cuando vio mi historial lo primero que le salió es que me entendía en todo momento”, relata Rocío Encinas. La salmantina añade que “fue un faro de luz al final del túnel, confío en ella al 100% y eso que después de todo no creía en nadie, pero profesionalmente es única y además una gran persona, está siempre que lo necesites en todo momento”.

Su otro rayo de vida es su marido. Él apareció dos años después del diagnóstico gracias al club de senderismo en el que está Rocío, que tanta ayuda y tanta felicidad le ha aportado a ella. “Me dio una lección de vida, cuando le comuniqué mis problemas a fondo, aunque él ya sabía algo, y las consecuencias que pueden tener en un futuro de quedarme en una silla de ruedas, él me contestó que la vida es así que no sabemos lo que nos va a deparar, ahí me enamoró del todo”, afirma sonriendo. Una imagen en la cara que no cambia cuando comenta que este 27 de mayo celebraron su quinto aniversario de boda. “Ahora mismo soy muy feliz y ojalá seguir así muchos más años en mi vida”, concluye.

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